La asociación Apoyo Mutuo aseguró a principios de este mes que nadie dormía en la calle en Iruñea desde que Joseba Asiron era alcalde. La noticia fue difundida con euforia por las gentes de EH Bildu encabezadas por Arnaldo Otegi, quien decretó que eso era hacer política con mayúsculas. Lamentablemente, a los pocos días fue hallada muerta una persona sin hogar en el barrio Donibane. La cruda realidad. Como respuesta, el Kontseilu Sozialista de la comarca convocó una concentración de protesta, acusando al capitalismo asesino (sic) de ser responsable de tal fallecimiento. Tal circunstancia no fue vista con buenos ojos por los defensores del nuevo gobierno municipal de la ciudad, que acusaron al emergente movimiento socialista de tratar de sacar rédito de un trágico suceso.

La verdad es que las explicaciones dadas por el Ayuntamiento, en especial por el concejal del ramo Txema Mauleon (de Contigo Navarra) me parecieron razonables. No es menos cierto que resulta difícil a más no poder gestionar circunstancias en las que, por ejemplo, hay personas que se niegan a salir de la calle para ser albergadas. Resulta, sin embargo, que, aquí más cerca, idénticos razonamientos han sido habitualmente rechazados en situaciones parejas por los camaradas de los que ahora mandan en Iruñea, solo porque los que dirigen los ayuntamientos no son de su cuerda.

Que partidos políticos involucrados en la labor institucional traten de sacar tajada política de estas dramáticas situaciones siempre me ha parecido cutre, a no ser que existan casos flagrantes de negligencia. Cutre amén de torpe, porque uno nunca puede saber cuándo le va a tocar el marrón de gestionar como gobierno aquello que le ha resultado un chollo criticar como oposición. Me acuerdo de las banderas españolas, dicho sea de paso. La coherencia en los actos propios siempre ha sido un valor no demasiado exigido en la política. Ni exigido, ni premiado.