Desconoce uno dónde está la razón en la polémica en torno al nudo de Bazkardo, en Andoain. Pero lo cierto es que, vista desde fuera, parece evidente que se trata de una discusión de gran calado en la que están participando con vehemencia partidos políticos, plataformas ciudadanas e instituciones. Los reproches y las acusaciones se suceden y todos ellos recurren a realizar repasos históricos sobre las supuestas incoherencias de unos y de otros en la cuestión. Como soñar es libre, más en un día como hoy, deseamos que al final se alcance un consenso que satisfaga a la mayoría.
En medio de la trifulca EH Bildu ha arrancado al gobierno de España una partida de 476.000 euros para que se estudie un proyecto alternativo al que la Diputación y Bidegi pretenden implementar. No deja de ser un capítulo más en la curiosa batalla política y mediática que mantienen los dos principales partidos de aquí en Madrid para ver quién consigue mayores logros. En este contexto, obviamente, muchos han mostrado su regocijo, exhibiendo el trofeo ante los suyos. Llámenme rarito, pero uno no puede ocultar su preocupación.
La pelea por nuestro autogobierno dura siglos. Ha costado –y sigue costando– sangre, sudor y lágrimas que se respeten nuestros derechos y nuestra autonomía, también en aquellos ámbitos en los que ya está reconocida. El de las carreteras es uno de ellos. Que en una cuestión con competencias plenas aceptemos (es más: solicitemos) que Madrid intervenga porque en el caso concreto nos viene bien, no resulta una idea afortunada. Aclaremos que no hay partido político vasco que no haya tropezado frecuentemente en esta piedra, pero aprovechando que el Oria pasa por Andoain no viene mal subrayarlo. Entre defender el fuero sin abrir innecesarios resquicios y aceptar el huevo por muy sabroso que nos parezca, siempre debemos optar por lo primero.