Han despedido al exfutbolista y comentarista televisivo Mono Burgos de su papel como colaborador en Movistar por una frase que pronunció en directo antes del PSG-Barcelona de cuartos de final de la Champions. En imagen se veía al canterano del Barcelona Yamine Lamal, catalán de nacimiento, haciendo malabarismos con el balón. Ante esto, Burgos, soltó: “Si no le va bien, puede acabar en un semáforo”. Como queriendo decir que si no le salía en el Barcelona tenía futuro delante de los coches en los semáforos ganándose unas monedas. Hubo risas en plató. Bien. Burgos ha pedido disculpas por activa y por pasiva y ha declarado que no hubo en sus palabras ánimo de ofensa, ni tampoco derivada racial –Lamal es negro–, pero el mosqueo de Barcelona y PSG hizo que ninguno de los clubes diera declaraciones a Movistar tras el encuentro y la cadena decidió prescindir de su colaborador y amonestar, por omisión, a la presentadora de plató, Susana Guasch. Habrá opiniones para todos los gustos, quienes vean en esto algo justo y quienes lo vean algo exagerado. Personalmente, entendiendo el lado por el que quería ir Burgos –la habilidad como virtud–, la verdad es que metió la pata hasta el fondo enmarcándola donde la enmarcó y la llevó a un lugar que roza la aporafobia –desprecio por el pobre, que no es otra cosa lo que son los chicos y chicas que vemos en los semáforos– o que al menos no la combate sino que la promueve. ¿Sin intención? Es posible que no, es posible que sin intención, pero sí con esa mirada cultural que tenemos muchos acerca de quienes están en la teoría por debajo en la escala social o sobre los que se puede hacer bromas sin mayor problema mientras que rara es la broma que vemos hacer acerca de los poderosos. Siempre suelen ser objetos de la gracieta los mismos: pobres, tullidos, gordos, inmigrantes. En ese sentido, está bien el ejemplo que ha dado Movistar.
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