Cuando Kareem Abdul Jabbar se retiró en el 89 y las revistas del momento –Gigantes y Super Basket, que recuerde– nos detallaron la lista de máximos anotadores de la historia en la NBA, solo dos hombres habían pasado de 30.000 puntos en su carrera: Jabbar, con sus legendarios 38.387 puntos, y Wilt Chamberlain, con 31.419. Hoy son siete. Solo había cuatro jugadores más por encima de 25.000 puntos: Elvin Hayes, Oscar Robertson, John Havlicek y Jerry West. Ahora son 23. Y había un total de once con más de 20.000. Hoy hay 50. La Liga de baloncesto más poderosa del mundo ha evolucionado mucho en estos ya 34 años y los jugadores cada vez son más longevos y capaces de seguir aportando números altísimos pasados los 30 y 35 años. Pero hasta ahora no ha habido nada comparable a lo que es capaz de producir cumplidos los 38 años Lebron James. James está a la hora de redactar estas líneas a menos de 300 puntos de la marca de Jabbar, con lo que todo indica que si no media lesión alguna en unos 12-15 partidos, puede barrer un récord que rozó Olajuwon pero que se antojaba inalcanzable. James, que comenzó en esto a los 18 años anotando ya 20 puntos por encuentro y que lleva una media de nada menos que 27,2 por partido –casi 30 este año, una barbaridad– en 20 temporadas es el paradigma total de deportista entregado hasta el último segundo, meticuloso y esforzado en cada comida, entrenamiento y partido. Con, además, más de siete rebotes y asistencias por choque en toda su carrera y cuatro anillos de la NBA con tres equipos distintos, no hay duda de que figura entre los cinco grandes de la historia. Cada aficionado tiene sus listas y sus motivos. Para servidor, en esa lista están James, Jordan, Johnson, Bird y Jabbar, con O’Neal, Curry, Bryant, Russell y Chamberlain acechando. Un profesional impresionante que, si nada se tuerce, se irá por encima de los 40.000 puntos en toda su carrera.