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Iosu Perales

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo

No habrá perdón

No habrá perdónEP

Después de 75 años de ocupación cruenta va llegando la hora de que el sionismo sea sometido al veredicto de los tribunales que gestionan el derecho internacional. El juicio al grupo encabezado por Netanhayu lo viene haciendo ya la mayor parte de la sociedad mundial que condena el genocidio de Gaza. Es verdad que todavía queda lejos una condena de prisión para los grandes culpables de una matanza que destaca por su crueldad y cobardía, pero es igualmente cierto que en adelante la imagen de un pueblo judío víctima será sustituida por una imagen de pueblo verdugo, deshumanizado.

Gaza acumula cerca de 70.000 muertos entre la población civil palestina; de ellos, el 40% menores de edad, incluyendo bebés. Miles de sanitarios asesinados, la mayoría gazatíes, al igual que los 250 periodistas y maestros, personas de todas las edades que han sido conducidas por el ejército israelí a refugios que seguidamente han sido bombardeados, dejando cuerpos despedazados, en aplicación de la venganza y del odio. Alemania se pone de rodillas para pagar sus pecados históricos y Palestina paga una cuenta ajena.

El Gran Israel (Eretz) al que aspira el sionismo se está construyendo desde la sangre derramada de un pueblo sometido a la hambruna y que nada tuvo que ver con los nazis y sus cámaras de gas. Ya van varios cientos de muertos por hambre, algo propio de las guerras medievales,

El sionismo utiliza invariablemente el concepto de legítima defensa para actuar sobre el pueblo palestino con métodos que ya utilizaron los nazis. Utiliza el terror sistemático e indiscriminado contra población civil ¿En qué se diferencian los sionistas de una organización terrorista?

Si terrorismo es igual a crear terror, a aterrorizar, entonces Netanhayu es el gran terrorista de este siglo. Los sionistas bombardean refugios, escuelas, dispensarios, fusilan a periodistas, y médicos. Revientan clínicas y ambulancias, los asesinados son incontables. Particularmente deleznables son los asesinatos de niños y niñas con balazos en la cabeza y el pecho. Y qué decir de los caídos en las colas de los repartos de alimentos. Yo ya tenía visto cuerpos de menores tiroteados sin que hubiera una guerra declarada.

¿No ha pensado Israel que la sangre palestina le perseguirá por y para siempre? ¿Que la región puede ser de facto una fábrica de guerreros listos para cobrar venganza? ¿Que los gritos de los moribundos aplastados por las piedras y los muros derribados se instalarán en sus memorias?

La crueldad israelí no podrá olvidarse. La opinión pública mundial debería saber que en los últimos cincuenta años el ejército de Israel ha matado sistemáticamente a menores de edad en una extraña obsesión de ver en ellos a futuros enemigos. Recuerdo ahora la bomba que mató a más de veinte niños que ocupaban un edificio en el sur de El Líbano, antes de que las tropas israelíes hubieran de retirarse empujadas por Hezbollah. Pero nada es comparable a las masacres de Gaza. En Gaza ha empleado Israel más del equivalente a ocho bombas atómicas como las de Hirosima. Ahora mismo, mientras escribo, escucho en la radio que el ejército sionista ha matado a cien personas en las última 24 horas.

RENDIR CUENTA ANTE LOS TRIBUNALES

Lo cierto es que parece que el ejército, con el apoyo de los colonos, forman la fuerza desatada de una máquina de matar que no podrá apelar al perdón cuando a su vez se vean perseguidos y condenados por tribunales. Les llegará el día que tengan que implorar. Pero en Gaza la piedad no alcanza la moribunda alma judía. Las encuestas desvelan que la mayoría de la sociedad israelí apoya el genocidio. No hay guerra agresiva que no diga ser defensiva. Israel nunca cumple las resoluciones de Naciones Unidas. Ni acata las sentencias de los tribunales que fallan en su contra. Israel no mata por error. Sabe a quién mata. Mata por horror escribió Eduardo Galeano.

Hannah Arendt, la gran filósofa judía, ya advirtió que si el sionismo avanzaba en una dirección excluyente y no democrática se asomaría al borde de un precipicio. La cuenta atrás ha empezado. Arendt quedó pronto axfisiada en Israel.

LA COMUNIDAD INTERNACIONAL HA MUERTO

Por cierto que en Gaza la comunidad internacional ha muerto. Los gazatíes no creen en las palabras europeas, palabras bellas, vacías. Los países árabes se lavan las manos, mientras los europeos se frotan las manos. Europa (no digo Unión Europea) capaz de la belleza y de la perversidad, es cómplice del genocidio. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niñas y niños. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. La verdad es que nunca creí en la democracia israelí, pues una sociedad democrática no podría ocupar otro país por la fuerza, robar sus tierras y el agua. Y tras el genocidio de Gaza será imposible siquiera imaginar un Israel democrático.

Ilan Pappé, historiador judío profesor en la universidad de Haifa, obligado a publicar sus libros en el extranjero, sigue escribiendo bajo amenazas de muerte y al igual que Hannan Arendt llegó a sospechar que Israel se está matando a sí mismo. La democracia israelí es hoy un montón de escombros. Sus dirigentes no ocultan sus propósitos: conquistar para sí toda la Palestina histórica. Para lograr semejante objetivo Naftali Bennett, líder partido Casa Judía, siendo ministro de economía, afirmó en un consejo de ministros Israelí en 2013: “Si capturamos terroristas hay que matarlos, sencillamente”. Otro ministro intervino “¿pero eso es legal?” Bennett contestó: “ Yo he matado a muchos árabes y no tengo ningún problema, ni político, mi moral”.

¿Existe la comunidad internacional? Sólo quedan declaraciones y unas fariseas lágrimas. Todo lo demás es teatro.