Muchos son los temores apocalípticos que la reelección de Donald Trump despierta en la Unión Europea. Entre ellos destacan las amenazas del histriónico dirigente norteamericano de obligarnos a pagar la factura de la OTAN, lo que supondría incrementar sustancialmente el gasto en seguridad y defensa o la guerra arancelaria y con ello comercial ya anunciada, que puede complicar sobremanera la venta de productos europeos en EEUU. Pero, con ser estas medidas de posibles efectos muy nocivos en las economías de la zona euro, existe una decisión de la que ha alardeado Trump durante su campaña electoral, cuyas consecuencias se me antojan mucho más graves a medio y largo plazo para el modelo de bienestar de las democracias europeas. Se trata de la reducción del impuesto de sociedades que llevará a cabo de manera inmediata tras su toma de posesión, bajándolo del 21% actual, al 15%.

Pérdida de competitividad

Si nuestra industria ya adolece de un importante gap de competitividad respecto a las de EEUU y China, una rebaja de seis puntos para blindar beneficios de las empresas estadounidenses, puede resultar letal en estos momentos para sectores como el de la automoción. De hecho, algunas de las más importantes compañías europeas del sector ya se están planteando una fuga de sus negocios y producción allí, dado el diferencial impositivo teniendo en cuenta que la media de dicho tributo en la UE es del 21,3% en la actualidad. El problema es bien sencillo, si las empresas norteamericanas incrementan su margen por esta reducción, podrán invertir en nuevas tecnologías disruptivas fundamentales para el desarrollo de negocio futuro, mientras que las nuestras no podrán hacerlo.

Adiós al beneficio de la paz gratuita

Negar que Europa ha podido construir un modelo de Bienestar social, único en el mundo, gracias al ridículo coste que garantizar la seguridad ha tenido para los europeos al ceder dicha responsabilidad al amigo y gendarme mundial americano, es hacerse trampas en el solitario. Si ahora toca pagar y tenemos que hacerlo en un contexto internacional violento y convulso, ese beneficio de la paz desaparecerá y muchas de las coberturas sociales de las que disfrutamos se verán recortadas en pos de mayores garantías de defensa. Trump sabe bien que los europeos, las clases medias europeas, viven mucho mejor que el americano medio, que hoy por hoy un obrero de Hannover tiene mayor calidad de vida que un trabajador de Ohio. Lo sabe tan bien que ha ganado las elecciones por el descontento de esa clase trabajadora con la Administración Biden al verse empobrecida por el aumento de la inflación.

El riesgo de fuga de empresas europeas

Que nadie piense que Trump y el conglomerado de grandes empresas tecnológicas norteamericanas que le acompañan, con Elon Musk de director de orquesta, no tiene un plan pensado para acabar con este paraíso a modo de jardín en medio de la jungla que es la Unión Europea. Sus propuestas proteccionistas buscan acabar con la industria europea y de paso con nuestro Estado de Bienestar.

Si su dumping fiscal triunfa, veremos deslocalizarse de Europa muchas grandes empresas que ven en EEUU el único territorio capaz de frenar la amenaza de hegemonía comercial de China. Y podría darse la trágica paradoja de que mientras las empresas europeas salen, se instalan en nuestro continente los competidores chinos ansiosos de traer sus fábricas a Europa. Esta guerra sin armamento militar, pero de terribles efectos económicos, puede desencadenarse en pocos meses. Nuestra única manera de hacer frente a la ofensiva trumpista es permanecer unidos y recabar toda la ayuda pública posible para defender el modelo de vida del que actualmente gozamos. Eso requiere audacia, valentía y capacidad de sacrificio para garantizar nuestros derechos y libertades, aunque eso suponga un alto coste de endeudamiento. De otra forma, la Unión Europea será una quimera.