No haría falta viajar en el tiempo más allá de 60 años para encontrar familias, muchas, con tres, cuatro, cinco o más hijos. Hoy día, una familia numerosa es una rareza que se tiene que asociar con otras como ella para hacerse notar y que la Administración la tenga un poco más en cuenta que a las demás a la hora de recibir ayudas. Esta semana, Save The Children ha puesto cifras al coste que tiene criar un hijo, un dato en el que no se suele reparar demasiado cuando se habla de la caída de la natalidad. Según los cálculos de esta organización, en Euskadi hay que gastar 866 euros mensuales en su crianza, presupuesto que incluye alimentación, ropa, calzado, higiene, educación, ocio, sanidad, vivienda y tecnología como conceptos principales y constantes. Es más económico que el alquiler de un piso en Donostia pero si tenemos en cuenta que la edad media de emancipación roza los 30 años, la suma final ronda los 310.000 euros. Si lo reducimos todo a números, la conclusión es que hay que ser muy osado para embarcarse en esta aventura y muy inconsciente para ir a por el segundo. Por suerte, ser padre o madre es algo más, o precisamente es ese más lo importante y lo que da sentido a una vida El problema reside en la vida que te espera cuando llega la criatura, que no trae un pan bajo el brazo sino el caos, con conciliaciones imposibles que ponen a prueba la resistencia familiar y con la mujer comiéndose gran parte del marrón. Aquellas familias funcionaban con un modelo basado en la división del trabajo: la mujer, la crianza y la casa, y el hombre, el empleo y el sueldo. Pero aquello es un modelo superado, ¿o no? Viendo los vientos que soplan, cuidado.