Sí, es cierto sí, más de una vez me he dirigido a los lectores y a las lectoras con estas mismas o parecidas reflexiones políticas, comentarios sobre la actualidad y/o referencias ideológicas en el ámbito ideológico del nacionalismo vasco, o del ser y campo abertzale. Lo haré más veces, palabra. Ciertamente no me importa demasiado repetirme a mí mismo. Soy yo. Y a pesar de que las circunstancias cambian, uno sigue siendo el mismo y lo mismo. Sigo creyendo en pie a juntillas en ciertas cuestiones, y corro el peligro de ser reiterativo, pero las prioridades son las prioridades, lo confieso, y corro el severo peligro y riesgo de repetirme de aquello que sentí, siento, sentiré, y escribí a menudo: Euskotarren Aberria Euskadi da, Euskadi es la patria de los vascos y de las vascas. Siento, digo y predico que Euskadi es una nación, y que es la mía. Mientras viva en este mundo sostendré y defenderé esta convicción y definición política-ideológica. Y esta convicción así la intentaré, una y otra vez, trasladar a un proyecto político basado en la realidad de la sociedad vasca. Creo efectivamente que sí existe una parte identitaria en nuestra condición nacional como vascos, pero, a la vez, creo también que sostener hoy un proyecto político en Euskadi basado sólo desde la identidad no es un proyecto político suficiente.
No es que propugne renunciar a aquello que configura nuestra identidad, sino que es precisamente a partir de esa identidad que creo que se puede y debe configurar un proyecto político capaz de generar conciencia nacional, sobre todo, en quienes carecen de ella. Y así, de la misma manera, de igual a igual, que le debemos de exigir a España respeto a nuestra identidad nacional como vascos, también debemos tributar respeto y reconocimiento al hecho de que España, de que el Estado español, no es hoy una entelequia artificial sostenida por una dictadura. En la Euskadi de hoy hay miles de ciudadanos que tienen como referente nacional a España, o tanto a Euskadi como a España, y por eso precisamente no frivolizo sobre sus sentimientos, como no acepto que se frivolice con los que pensamos, como yo, que efectivamente Euskadi es la patria de los vascos.
Defiendo por ello, con radical firmeza, el reconocimiento nacional de Euskadi en una España y en una Constitución española que no es la que los nacionalistas vascos quisiéramos, pero que tampoco, ciertamente, no nos es ajena del todo. Asimismo estimo que proclamar unos objetivos y unas metas políticas para el futuro alejadas de la realidad de lo que somos, y de nuestro contexto, es llamar a la frustración colectiva como pueblo, como diría el político nacionalista catalán Durán i Lleida, porque a menudo con idílicos espejismos contribuimos a generar fantasías que no son ciertamente posibles alcanzar.
Así, creo, como Otto Von Bismarck, que el juicio en política es como la capacidad de oír, antes que nadie, el distante sonido de los cascos del caballo de la Historia. Michael Ignatieff, profesor de Cambridge y vicepresidente del Partido Liberal de Canadá, suele reflexionar sobre el político, sus metas y sus responsabilidades. Afirma que éstos no pueden permitirse el lujo de tener en cuenta ideas que sean meramente interesantes, al contrario, deberían de trabajar con el escaso número de ideas que son objetivamente ciertas y con el todavía más escaso de las que sirvan para la vida real, porque en política una cosa es lo que es y nada más.
Habla de políticos con el coraje de intuir la diferencia entre un buen acuerdo y uno malo, y sabedores de que esta capacidad de percibir la realidad es más importante que aferrarse como sea a los principios. Así pues, apuesto por una política que nos haga más nación, más pueblo, más sociedad, y alejada de estériles debates conceptuales. Y hablando de debates, Manuel de Irujo, navarro y nacionalista vasco, en 1961 se refería así a fueros, soberanías e independencias: “los Fueros Vascos son el producto legítimo elaborado por soberanía del País, ofrecen el trasunto de un régimen paccionado con la Corona, mantienen el carácter de instrumento de defensa de las libertades vascas y ponen de manifiesto la extraordinaria capacidad de adaptación del país a las diversas situaciones que plantea el curso de la Historia. Si hubiéramos de fijar en cinco vocablos su propia esencia diríamos que son: soberanía, pacto, defensa, adaptación y legitimidad. Son adaptables y no petrificados en la Historia, son expresión de nuestra voluntad aplicada a la realidad”.
Así, y en parecida honda de evolución, cambio y transformación política, hablaba Landaburu, hace ya 52 años: “Hoy ningún Estado es ya dueño absoluto del valor de su moneda, de su ejército y de su política exterior. En estas y en otras materias se advierte cada día con más fuerza que van escapando al campo de la competencia estatal. Ese Estado, a pesar suyo, se vacía, se desfonda y desaparecerá. Tiempo vendrá en que no queden vivos Estados tan intensos. A muchos se les figurarán elucubraciones y otros muchos pensarán que nuestras trompetas son débiles para derribar las defensas de tan potentes fortalezas”.
Creo en Euskadi y en la existencia del pueblo vasco, creo en su espíritu emprendedor y en nuestra identidad, en la valía de nuestras gentes, creo en el derecho que tenemos como vascos y vascas que somos a decidir nuestro futuro, en nuestra capacidad inteligente de negociar, en la necesidad de pactar y en la astucia de integrar, no propongo por lo tanto ni claudicación ni sometimiento alguno. Y por eso precisamente no podemos permitirnos lo estéril de refugiarnos en el mundo interior de nuestras propias suposiciones, ni confundir el mundo real con el que nos gustaría. Creo por ello en la negociación y en el pacto. Precisamente, en el mismo del preámbulo del Estatuto político de Euskadi se manifiesta que “en virtud del respeto y actualización de nuestros Derechos Históricos recogidos en el Estatuto de Gernika y en la Constitución española, manifestamos nuestra voluntad de formalizar un nuevo pacto político para la convivencia, pacto político que se materializa en un nuevo modelo de relación con el Estado español”.
Porque creo, como el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, el profeta pragmático, que “aplicar los principios o no, según se trate de amigos o de enemigos, o hablar de la libertad de los pueblos y aplicarla sólo a los amigos es hipocresía”. Un Agirre que tenía claro que la firmeza en la defensa de las propias ideas nunca debería suponer el desprecio y menos el rechazo visceral de los planteamientos de los demás. Estoy convencido de que el pacto interno en el seno de la sociedad vasca, siempre superior al concitado por el Estatuto de Gernika, y el posterior pacto con el Estado español son, hoy y aquí, las vías políticas reales y posibles para acercarnos, lo repito, al objetivo de hacer de Euskadi patria de los vascos, cada vez más nación política y cívica, más burujabetza, decidiendo, pactando, sin imponer, ni impedir.
Apuesto por un autogobierno que conecte con las nuevas generaciones y las capas urbanas. Es la apuesta por un nacionalismo democrático moderno, abierto, europeísta y pactista, pragmático y solidario que continúe vertebrando la sociedad vasca con perspectiva de futuro haciendo frente a los retos.
Un pacto con el Estado recíproco y de garantías, cuya interpretación y cumplimiento no puede quedar al arbitrio de una de las partes. Implica bilateralidad efectiva, garantías y condiciones de lealtad y respeto a nuestra idiosincrasia e identidad, que obliga al acuerdo y a la cooperación, que supone reconocimiento mutuo y que articula una interdependencia en espacios de actuación compartidos. Es la libre adhesión y la relación amable con España, en boca del lehendakari Juan José Ibarretxe. Somos un pueblo pequeño y, en la defensa activa histórica de nuestra voluntad e identidad de querer seguir siendo, hemos necesitado de la inteligencia, la astucia, la sabiduría, el pacto y la negociación. Hoy, en la Euskadi del 2024, la cooperación con nuestros aliados estratégicos de Galicia, Cataluña y la sinergia de sectores democráticos de España, Europa y el resto es elemento fundamental para nuestro futuro. Futuro sí.
Comparto por ello, con Engracio de Aranzadi, Kizkitza, aquello de “es fundamental para Euskadi que en París, Londres y Norteamérica se nos llegue a conocer bien a los vascos, por lo que pudiera tronar”. Eutsi eta aurrera, Imanol Pradales lehendakari. Sea pues.