Admito que lo de Iñigo Errejón me ha dejado tocado del ala izquierda. Pasmado, enfadado, decepcionado... añadan ustedes lo que quieran, que necesito el resto de la página para más cosas aunque ya se haya dicho casi todo. Resulta que, como reconoce él mismo, quien defendía el feminismo con uñas y dientes utilizaba manos y labios para practicar un machismo de manual revelándose como un pulpo salido más de esa especie que se cría en tierra firme y que no parece que vaya a extinguirse jamás. Decepción, sí.

Porque si esto ocurre con un machote de Vox o un futbolista ilustre no habría tal, dado que parecen seguir una ley no escrita según la cual Dios creó los culos femeninos para que ellos los puedan tocar (sin consentimiento y con babas) cada vez que se les ponga la bragueta a ritmo de samba. Pero en ningún caso caben excusas. Y el hecho de que Errejón haya decidido no agazaparse en ese nido de garrapatas en que se ha convertido el aforamiento, ni le disculpa ni remedia nada.

Por otra parte, su carta de despedida tampoco aporta alivio a la herida causada: un texto ambiguo y plagado de vagas excusas que, eso sí, introduce un concepto novedoso en estos asuntos, la “subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica”. Ya. Como decía Siniestro Total “Tranqui, colega, la sociedad es la culpable. Sociedad no hay más que una y a ti te encontré en la calle”. Y si cuela vendrá un día en que un abogado defensor alegará que su cliente padece esa subjetividad tóxica etc. mientras el juez pide un diccionario, el fiscal abofetea al abogado gritando “¡Te voy a quitar la tontería a hostias!” y el procesado aprovecha para reírse de una justicia (no se merece la mayúscula) que vive en un mundo paralelo. Podría ser peor, sí, pero me cuesta mucho imaginar cómo.

Y lo de sus compañeros de Sumar, el partido de sus entretelas, tampoco es que tenga pase fácil: ¿lo sabían o no lo sabían? Pues hay de todo, considerando que habrá quien diga que sí lo sabía para no pasar por idiota y quien diga que no lo sabía para no quedar como un encubridor. En fin: me cuesta todo creer que en un país de correveidiles eso no fuera la comidilla del partido. ¿Y la Verdad? Como siempre, en la cafetería del Congreso esperando un café que llegará tarde, frío y equivocado.

Ojalá le toque un magistrado progresista que estime como agravante haber hecho semejante regalazo a Feijóo, que lleva días descorchando Moët Chandon (nada de cava, que es catalán). O a su alteza Isabel Díaz Ayuso de Cañas de Serrano y Núñez de Balboa... que cualquier día es la dueña del cortijo.