“Mentiroso”, “medianeurona”, “vendido”, “hijo de la gran puta”, “cementerio de piojos”, sectario de la “borrokada” y “maketo”. Estas lindezas me brindaron en Twitter algunos bots NAFO –una red que combate la desinformación rusa con más desinformación– y sus acólitos a cuenta de mi opinión sobre Pablo González. Es gente que no sabe que en este espacio he dicho –y diré– peores cosas de mí, pero buscaban acallarme. Soy un “mentiroso” porque según sus búsquedas en Google y las del resto de inquilinos de la cámara de eco, no existe la doble nacionalidad en el Estado. Algo que refuta cualquiera que haya obtenido la competencia de Lectura en Primaria en un repaso al Código Civil o preguntando a quien sí tiene dos nacionalidades, que los hay a patadas. Lo segundo que arguyeron estos ignaros es que sí se presentaron cargos contra él, confundiendo los motivos de la denuncia con lo necesario para iniciar un proceso judicial. Pablo estuvo preso más de dos años sin esos cargos, por la cara, una aberración en un país de la UE que dice regirse por los DDHH. Con todo su papo, la fiscalía polaca los presentó una semana después de su liberación, con el caso archivado, sin posibilidad de defenderse y después de que el Wall Street Journal revelase que fue EEUU el que presionó a Rusia a que lo aceptase, ante la resistencia del Kremlin. Parece que ninguno tenía interés en él. No es que intente justificarme, es que a lo de “maketo” no le doy la vuelta.