No entendió nada. El 11 de febrero de 1873, al abdicar Amadeo de Saboya y regresar a su Italia de procedencia, Congreso y Senado proclamaron la I República por agotamiento de la monarquía. Ni protagonizaron un golpe, ni fueron elegidos mayoritariamente por los electores; como diría Castelar con su verbo fluido: “Señores: con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la huida de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de Don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma”.
El primer presidente del poder ejecutivo fue don Estanislao Figueras i Moragas. Cuando el jacobino Castelar, después de imponerse a Pi y Margal, perdió el apoyo de las Cortes en enero de 1874, el general Pavía entró a caballo, sable en mano, en las Cortes y las disolvió para salvar a España de una república federalista, restaurando la monarquía borbónica. Siempre ha habido un espadón dispuesto a salvar la unidad patria en la reciente historia de España. Y detrás, un Borbón a rebañar la Hacienda.
El pacto
El domingo 17 de agosto de 1930, un grupo de republicanos, la mayoría antiguos monárquicos desencantados con la política de Alfonso XIII de Borbón, se dieron cita en San Sebastián para celebrar lo que se denominaría para la historia como el Pacto de San Sebastián.
Acudieron los habituales conspiradores que solían darse cita en el Ateneo madrileño. Ni fue una reunión clandestina, ni las fuerzas de seguridad o las de la Guardia Civil, al mando de los generales Mola y Sanjurjo, respectivamente, hicieran nada por entorpecerla; mostraban más preocupación por el descontento militar y por el terrorismo de los anarquistas que por las tertulias republicanas de un grupo de intelectuales.
El acuerdo fue entre caballeros, sin compromiso escrito ni firmado, si bien Prieto, por un lado, y las nacionalistas catalanes, por otro, se apresuraron a facilitar a los periodistas una nota de prensa.
Las consecuencias del Pacto de San Sebastián se precipitarían hasta la proclamación de la Segunda República.
Y llegó el día
¡Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé! Pacíficamente, como interpretación del resultado de unas elecciones municipales convocadas por un gobierno agonizante, donde sólo podían votar los varones, la II República española se instauró el 14 de abril de 1931 en un Estado que se acostó monárquico y se levantó republicano.
A las nueve de la noche de ese mismo día, el monarca inició su camino al exilio, del que no regresaría con vida.
Como diría Gil Robles en las Cortes en 1933, se había hundido la monarquía, más que por el empuje revolucionario, por abandono y por apatía de sus propios elementos; más que por los ataques de sus enemigos, porque le faltaron todas aquellas asistencias de instituciones que deben en todo momento prestar apoyo al trono.
Efectivamente, hubo reacciones de anticlericalismo, intentando sacudirse el clericalismo de siglos, totalmente improcedentes, que luego se encargarían los vencedores en magnificar, silenciando otros muchos aciertos. Y así, durante 90 años y hasta hoy.
Luego vendría otro espadón pequeño y voz atiplada, de infausta memoria, que daría al traste con el proyecto, sumiendo a España en una etapa de oscurantismo social, cultural, político y religioso. La etapa más negra de nuestra historia reciente, de absoluta falta de libertades y desmemoria. Inmatriculaciones, por parte de la mayor multinacional mundial, incluidas. ¡Toma clericalismo! Pasados unos años, una amplia mayoría de la sociedad supo situarse y vivir relativamente bien, pero el retraso que ocasionó respecto al resto de los países europeos todavía lo padecemos.
Para muchos, esta efeméride pasa totalmente desapercibida, fruto del silencio, olvido y desconocimiento, lo que ha servido para que, amparándose en dos o tres anécdotas, algunas personas hayan idealizado aquella experiencia que no terminó de arrancar. Tampoco es eso.
Gordón Ordás
Estos días trabajo sobre tan célebre veterinario leonés, diputado a Cortes, subsecretario, ministro y embajador de España en México durante el periodo republicano y, más tarde, presidente del Gobierno de la República española en el exilio.
Precisamente, a iniciativa del firmante y con la valiosa colaboración en León del profesor Cordero del Campillo (sit tibi tera levis), de tan grato recuerdo, y del entusiasta periodista leonés Eduardo Aguirre Romero, repatriamos sus cenizas y las de su esposa en junio de 2003, a las que acompañaron la hija y la nuera del prócer, veterinarias ambas y casi centenarias, que fueron partícipes del homenaje que se tributó a don Félix en la Facultad de Veterinaria leonesa.
Para muchos, esta efeméride pasa totalmente desapercibida, fruto del silencio y olvido
Mientras esperamos que no se demore la Tercera, recordamos la dignidad que supieron enseñarnos la mayoría de los perdedores y con la mayor cordialidad, sin restos de ira, pero respetando la memoria, brindamos por un sistema más democrático que el actual, en el que mi hija o la suya, amigo lector, también tengan opción a la jefatura del Estado
Pradales
Cuando arregle Osakidetza, cuestión de días, sólo tiene que cesar con rapidez, para no cogerles cariño, a las tres primeras filas de directivos, eliminar los asesores por su manifiesta incapacidad y sustituir la segunda y la tercera por gestores acreditados, con o sin carnet. Si no le permiten, malo. Luego le espera otro problema más complicado. Euskal Athletic Telebista. Y no me refiero sólo a los desinformativos, que también, sino a la tabarra de la gabarra, esos concursos de los que toman nota los del informe PISA y a la repetición de películas. Todo en conjunto, hace un producto de una calidad impropia de lo que nos merecemos, por lo que nos cuesta. Para bodrios, ya está la cadena más vista en Euskadi.
hoy domingo Espárragos de Javier Legaz del Huerto Real de Olite. Merluza en salsa verde con kokotxas y almejas. Naranja. Viña Real crianza. Agua del Añarbe. Café y petit fours de OA de Hernani.
Doctor en Veterinaria