La ciencia es incapaz de probar que Dios no existe. “Uno no puede probar que Dios no existe” dijo Stephen Hawking en 2010. Pero la ciencia sí que ha demostrado que la materia no es eterna, que el universo no es eterno. Y aquí empieza a desmoronarse el ateísmo científico que no ha conseguido la desaparición de Dios del pensamiento humano, porque, querámoslo o no, sólo hay dos opciones: o el universo existe desde siempre o existe un Dios eterno, ante lo cual los científicos se vuelven a abrir a la idea de la existencia de un dios creador. Los científicos sostienen que este universo se originó hace unos 13.700 millones de años por el Big Bang, luego tiene un comienzo, con lo cual sólo nos queda la segunda opción, porque se requiere la existencia de algo desde siempre para que pueda existir hoy alguna cosa. Somos seres racionales, inteligentes, y debemos tener claro que, sin la existencia de una entidad eterna, nada existiría ahora.

El Big Bang, teorizado en los años 1920 por Friedmann y Lemaître antes de ser confirmado en 1964, describe el principio del Universo de manera tan precisa y espectacular que provocó una auténtica deflagración en el mundo de las ideas. Si el Universo no es eterno… entonces hay que asumir que una fuerza superior lo ha creado. Admitir un principio absoluto del Universo equivale a admitir ineludiblemente la existencia de un dios eterno, porque de la nada absoluta nada puede salir. Queda por lo tanto claro que nunca hubo una nada absoluta, que forzosamente algo existió desde siempre y que la esencia de esa superinteligencia creadora es su existencia permanente.

La física del siglo XX acabó chocando con la metafísica. De esta colisión surgieron elementos que muestran la necesidad de una inteligencia creadora. Los avances en matemáticas y física han sido tales que cuestiones como el inicio y el final del Universo ya se consideran temas propios de la ciencia. Estos avances científicos han supuesto un vuelco completo respecto a la tendencia de los siglos anteriores de considerar el campo científico incompatible con el debate acerca de la existencia de Dios. Descubrimientos como la muerte térmica del Universo ha removido nuestra visión del mundo. Esta muerte térmica implica que el Universo tuvo un principio, y todo principio supone un creador. Según las leyes de la termodinámica, el Universo se dirige hacia su muerte térmica, y si dicha muerte no se ha producido todavía es porque el tiempo en el pasado no es infinito. La continua degradación de la energía ha sido constatada. Tanto la materia como la energía no se destruyen, pero sí se degradan hasta extinguirse, tal como afirma la ley de la entropía: la energía se conserva pero se va degradando a medida que la entropía del sistema aumenta. La energía calorífica, que crece continuamente en el Universo, se llama energía degradada porque no puede transformarse en otra energía por lo que la energía utilizable disminuye incesantemente. Este proceso de degradación de la energía crece sin interrupción hasta llegar a la muerte térmica del Universo. De este modo la ley de entropía demuestra irrefutablemente que el Universo tendrá un final.

Una de las cuestiones que más asombran a los cosmólogos es el “ajuste fino” de las constantes fundamentales del universo. Si el valor de éstas hubiese sido ligeramente distinto, el cosmos resultaría radicalmente diferente a como lo observamos. El ajuste fino es algo que muchos han visto como un argumento a favor de la existencia de un ser superior, que fijaría los valores oportunos de las constantes antes de poner en marcha el universo.

En este universo se ha encontrado un orden que no cabría esperar y tenemos que reconocer que habitamos un mundo extremadamente improbable que ha debido ser deliberadamente diseñado. Su existencia parece obedecer a un propósito superior como es el de originar la vida. Las leyes de la física y el valor de las constantes universales obedecen a un diseño inteligente imaginado para permitir el desarrollo de la vida compleja de una manera muy equilibrada. Más de doscientas leyes de la física se han confabulado para la creación de la vida, para que apareciésemos nosotros, porque de haber sufrido esas leyes una ligerísima variación no estaríamos aquí. Hay una fuerza increíble que sabemos que es eterna, que existe desde siempre, porque si no existiese desde siempre, nada de lo que vemos ahora existiría, ni la luz, ni el Sol ni la Tierra, ese mundo maravilloso. Ese ser eterno ha hecho trampa para que nosotros estemos aquí, y su existencia es una buena noticia porque eso supone que podemos soñar sin límite alguno, que podemos esperar lo mejor. ¿La vida eterna? ¿Por qué no? El Dios del Universo acogerá a todas sus criaturas, a todos los que hemos nacido de Él.

La huella de la mano creadora de Dios está aquí: en él vivimos, nos movemos y existimos. El eterno ya se ha manifestado al mundo.

Economista