La edición menos intergeneracional de Operación Triunfo ha llegado a su fin. OT 2023 ha sido una edición con concursantes muy jóvenes y el público también lo ha sido. En una televisión generalista es relativamente sencillo llegar a todas las edades, basta con asomarse por la tele y los tienes allí, pero cuando se trata de la plataforma de Amazon requiere de una audiencia activa que abre la aplicación, busca en el endemoniado menú de Prime Video dónde han escondido la gala de OT y pagar, claro, la cuota correspondiente del servicio.

Quizás por eso en el arranque de este nuevo Operación Triunfo, en el lejano 20 de noviembre, no parecía que fuera del todo OT. Por eso apostar por Chenoa ha sido un gran acierto: ha sabido llevar el programa con soltura, se ha puesto tantas veces en el lugar de los chavales (en el que literalmente estuvo) y hemos notado que sus abrazos son terapéuticos.

También Noemí Galera ha jugado un papel clave en enraizar este nuevo OT o, dicho de otra forma, en que nada en el veterano formato se saliera del tiesto al asomarse en una nueva ventana con nuevos profesores, patrocinadores, nuevos ritmos, nuevos rostros y hasta un nuevo jurado del que ha salido triunfante Concha Buika como una nueva versión de Risto Mejide tan estricta como él pero mucho más cachonda, divertida y viral, capaz de crear frases legendarias sin ser grotesca ni insultona. Todo ha ido mejorando por semanas a excepción de las aburridísimas postgalas que nada han tenido que ver con los desenfadados chats de antaño, que servían para rebajar tensiones.

El pasado lunes, los 16 concursantes de esta edición se volvieron a juntar en la gran final del formato para recordarnos lo que habíamos olvidado. Uno, que una decena de ellos, que hace pocas semanas iban a ser inolvidables, ya no sabemos ni cómo se llaman. Dos, que el programa lucía mucho más cuando, además de recibir visitas en la academia, los concursantes interpretaban un hit en las galas con cantantes famosos. Y tres, que desde Mi música es tu voz, cada generación OT tuvo su himno y este año ha costado sacar el suyo, que llegó tarde y sin la implicación de los concursantes.

La maldición de OT, inaugurada por Rosa, dicta que su ganador/a no triunfará en la música o no tanto como el segundo. Por eso, el premi-marrón de este año ha sido para Naiara, que todos dábamos por ganadora desde mucho antes. Paul se ha quedado con el próspero segundo puesto al que tanto partido han sacado Bisbal, Aitana o Pablo López, mientras que Ruslana es la Bustamante de la edición, pero sin lágrimas, al alzarse con el tercer puesto. 

Con el pescado vendido, solo queda desear una pronta próxima edición de OT (el formato lo merece) pero con un repertorio más variado y en el que gente tan bonita como la de esta edición nos enseñe tanto sobre sentimientos y canciones. Eso es OT.