Hace unas dos semanas exactamente que recibía un emoticono de esos de una compañera con lágrimas desconsoladas. En minutos, las llamadas. No daba tiempo a reaccionar, aunque la noticia era esperada. Los mensajes a quienes fuimos a Donostia a NOTICIAS DE GIPUZKOA aquel mes de noviembre de 2005 con las maletas cargadas de ilusión y, salvo quien perpetra estas letras, la juventud que provoca frescura, osadía, valentía y no haber llegado a los treinta. Tiempos buenos aquellos, de los de vino y rosas. Llamadas y mensajes de lamentos y lloros, muchos lloros por tratar de entender, asimilar y aceptar lo que no tocaba.

En aquella banda estaban Javi, Oihane, Iban, Raúl, Jose, Ana U., Aitor y, por supuesto, Begoña, nuestra chica de Sangüesa. De ella aprendimos muchas cosas, pero sobre todo una excelsa. La dedicación y el amor al trabajo bien hecho, a que claro que importaba lo que se hacía bien y lo que se hacía mal, a que claro que importaba el esfuerzo en el trabajo, la dedicación y la profesionalidad, y también importaba quién trabajaba y quién, por el contrario, chafardeaba pasando las horas de tertulia. Claro que importaba, Begoña, siempre ha importado e importará.

Importaba porque Bego era y es nieta e hija de Gabarderal, un pueblo de colonización donde fueron a labrarse un futuro para ellos y su tropa los sin nada, los sin tierra, a los que negaron en vida el pan y la sal, gentes de bien a los que obligaron a partir de cero para ganarse el futuro de los suyos. Begoña llevaba en lo más profundo de sus entrañas la sabiduría de los que son conscientes de lo mucho que les ha costado a los suyos salir a flote, el esfuerzo que supone, lo que cuesta salir adelante a los que no tienen apellidos en los que escudarse, los que tienen que partirse el lomo en lugares en donde otros sobresalen con una simple mueca. Era una hija y nieta orgullosa de toda aquella gente que dio nombre a Gabarderal y lo llevaba a gala. Hace pocos días que nos dejó, en uno de esos crímenes que comete el destino de llevarse a quien no toca, a quien definitivamente no toca.

Bego, ha sido un placer haberte conocido, pero sobre todo ha sido un inmenso honor haber compartido tiempo, espacio, risas y lamentos contigo. Tu familia te llora y tus amigos te añoramos, pero Dani, Hodei e Iñigo, tus chicos, no solo te lloran, sino que te honran y te llevan con ellos. Porque cada vez que los veamos a ellos, veremos tu sonrisa, emergerá la nuestra y con eso nos quedaremos. Descansa y gracias por tu ejemplo.