Depende de la mirada con quieras ver las cosas te puede parecer la botella medio llena o medio vacía. Pero la realidad es que, si nos atenemos a los informes de los científicos, las medidas que los políticos mundiales toman para paliar el cambio climático no son lo ambiciosas ni en tiempo, ni en objetivos que deberían ser para salvarnos del desastre natural. La COP28, que ya nació con polémica por celebrarse en los Emiratos Árabes, uno de los grandes países productores de petróleo, se ha cerrado con un claro parón o retroceso en los compromisos adquiridos. Una vez más ha sido la Unión Europea la que ha puesto el listón más alto para la descarbonización del Planeta y para ello ha insistido en la necesidad de la rápida desaparición del uso de los combustibles fósiles. Sin embargo, la realidad es que, por razones sociales, económicas y políticas, la transición ecológica se ha frenado.

acuerdo in extremis

La Cumbre tuvo incluso que ampliarse un día para alcanzar un acuerdo. El texto aprobado finalmente, junto al Balance Mundial (primer inventario acción climática desde el Acuerdo de París), hace una llamada la transición “equitativa y ordenada” con el objetivo de tomar acciones en esta década crítica y conseguir el cero neto en el 2050. El acuerdo de la COP28 reconoce “la necesidad de una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones en línea con el objetivo de 1,5 grados” (de aumento máximo de las temperaturas). Otro de los puntos destacados ha sido el final la meta de triplicar la capacidad de las renovables en el 2030. El documento final reconoce también la necesidad de adaptar la transición “a las necesidades diferentes de cada país” e incluye una mención explícita a “acelerar la reducción de emisiones derivada del transporte por carretera”. El acuerdo hace también una llamada a la eliminación de la producción de carbón sin sistemas de captura de CO2, un punto criticado por decenas de expertos que cuestionan la capacidad de esta tecnología a gran escala.

Medianamente satisfecha

Los negociadores de la Unión Europea lograron mantener viva la posibilidad de cumplir el compromiso del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados por encima de las temperaturas previas. Se ha acordado acelerar la transición para abandonar los combustibles fósiles en esta década, tomar medidas para reducir las emisiones en un 43% para 2030 y encaminar al mundo hacia el logro de emisiones netas cero en 2050, en línea con lo que prescriben los informes científicos disponibles. Los objetivos del Compromiso Mundial sobre Energías Renovables y Eficiencia Energética, defendidos por la Comisión Europea, se han traducido en que todas las Partes se han comprometido a triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la tasa de mejoras de la eficiencia energética para 2030. Esto da un impulso a la transición para abandonar los combustibles fósiles. También existe un acuerdo para abordar las emisiones de metano y otras emisiones distintas del CO2 en esta década, y eliminar progresivamente lo antes posible los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que no abordan la pobreza energética ni la transición justa.

transición ecológica

Pero pese a las luces del acuerdo, la verdad es que la UE esperaba mucho más de la cita, o al menos así lo expresaba. Cierto es que la propia Comisión Europea y el Consejo Europeo vienen tomando decisiones que ralentizan los objetivos marcados para alcanzar la neutralidad climática, una realidad impuesta sobre todo por la guerra de Ucrania y los problemas sociales y de competitividad que las medidas del Pacto Verde europeo están produciendo en nuestras industrias. Estamos en el momento de la verdad, cuando el cambio llega a lo más sensible, al empleo y al cambio de modelo productivo. De ahí que estemos ante los problemas más complejos de acometer y ante la crítica de amplios sectores sociales que se pueden quedar descolgados en el proceso. Algo que políticamente está siendo aprovechado por formaciones populistas que ven crecer su estimación de voto, con unas elecciones europeas a la vuelta de la esquina. A estas dudas europeas se han unido los intereses de los países productores de petróleo, patrocinadores de la cumbre, y las quejas de los países subdesarrollados a los que las medidas ecológicas perjudican en su crecimiento, cuando son las zonas del mundo que menos contaminan y más sufren en sus áreas naturales los efectos del cambio climático. En suma, pareciera que nuestros gobernantes bailan la conga, un pasito pa lante y un pasito pa tras, con la amenaza cierta del drama climático.