En Europa queremos tener aire limpio, como es normal, y proyectamos Zonas de Bajas Emisiones en nuestros centros urbanos, llenos de tiendas para consumir con alegría todo tipo de productos, incluida mucha ropa, que, cuando pasa de moda, va a la basura o al contenedor. Muchos no sabíamos que gran parte de lo que compramos para vestirnos puede terminar en el asqueroso río de Acra, la capital de Ghana, un cauce cuya superficie queda oculta por toneladas de ropa usada procedente de Europa. Hace tiempo, una comerciante de una tienda de segunda mano me dijo que la ropa que llevamos a los contenedores termina revendida en África. Me sorprendió y lo creí a medias. Pero ahora lo he visto. Harapos mezclados con suelas y trozos de zapatillas plásticas, chancletas, bolsos de plexiglás... jirones de todo tipo revueltos y flotando en una marea imposible de imaginar si no se ve. Un reportaje del periodista Jalis de la Serna nos muestra y demuestra qué pasa con las toneladas de ropa sobrante de los países ricos. De los contenedores parte sí va a la segunda mano, pero otra, gigante, se vende en mercados africanos. Lo inservible termina, por ejemplo, en ese río-vertedero que muere en una playa, donde la basura tapa la arena. En la zona viven decenas de miles de personas. La calidad de su aire y su agua importa cero.