Hay un tema en el que me he sumergido hace relativamente poco, porque últimamente estoy en contacto con gente a la que le atañe: las haurreskolak. Las haurreskolak, ese lugar que existe para facilitar la vida a las madres y padres trabajadores, sobre todo si tienes la suerte de optar a una plaza pública. Y digo suerte porque lamentablemente no existen suficientes plazas públicas para todas esas familias que no pueden permitirse pagar una privada.

Pero dejando esa polémica aparte, pagar una haurreskola a tiempo completo, es un auténtico desembolso económico. Para que yo lo entienda, la intención de llevar a tu hijo a la haurreskola es principalmente, porque los progenitores trabajan y no pueden ocuparse de sus hijos en horario laboral, porque no tienen a los abuelos como comodín del público y/o porque, no pueden pagar a alguien que pueda cuidarles. Porque ¿qué sentido tiene trabajar para pagarle tu sueldo a otra persona que va a pasar el tiempo que tú no puedes pasar con tu hijo?

Aquí es donde empieza un círculo que se convierte en, vicioso.

Las haurreskolak no son baratas. Pero cuando decides inscribir a tus hijos en la haurreskola, debes tener en cuenta que estás juntando a un montón de niños con un sistema inmunológico que aún no está completamente desarrollado. De ese experimento el resultado es que desde el momento en el que empieza el curso escolar, los niños a los que has inscrito en la haurreskola van a pasar varios días a la semana en tu casa porque están combatiendo los virus que han cogido en esa haurreskola que te cuesta una fortuna pagar.

Pero, ¿qué pasa si tu trabajo no te permite teletrabajar para quedarte con ellos? ¿De verdad la única solución es pedir vacaciones en el trabajo? ¡Como si sobraran!

El tema de la conciliación es algo a lo que nunca me he tenido que enfrentar, pero me doy cuenta de que las familias están desamparadas en muchísimos ámbitos. Formar una familia es algo increíblemente generoso porque el esfuerzo que requiere hoy en día es descomunal.