Cien días exactamente a partir de hoy. Es el tiempo que queda para las próximas elecciones municipales, forales y en algunas comunidades, como la Foral Navarra, autonómicas. Sí, 100 días más así. Son, como se está comprobando, unos comicios trascendentales de los que puede depender la actual legislatura de Pedro Sánchez. O sea, el Gobierno español. El nivel de importancia de las elecciones es directamente proporcional al ruido político que las precede. Una de las frases más antológicas de Xabier Arzalluz y que es habitualmente reproducida con mejor o peor suerte es aquella en la que el que fuera líder del PNV y gran referente del nacionalismo vasco expresaba el comportamiento de los partidos a la hora de negociar posibles acuerdos en las instituciones tras los resultados electorales: “Parece que no quieren. Sacan pecho, hinchan el garganchón, mueven la alas, promueven gorjeos,... pero son ritos de apareamiento. Y, salvo excepciones, todo el mundo quiere aparearse”, afirmaba. Eso sucede después de pasar por las urnas. Por contra, la estrategia que siguen las formaciones políticas antes de las elecciones es, obviamente, distinta, aunque el fin sea el mismo. Como esos adolescentes que pretenden hacerse los interesantes tonteando con otras personas para dar celos y distanciándose –e incluso enfadándose– de quien aparentemente les gusta. Lo estamos viendo a diario. Fijémonos en los socios de coalición en el Gobierno español, siempre a la gresca. En Euskadi pasa parecido. Si quieren apreciar hasta qué punto, solo hay que escuchar a Eneko Andueza, el líder del PSE. Cada vez que habla de algo, su obsesión es sacar pecho, enseguida hincha el garganchón para hacernos notar “el nerviosismo” del PNV –su socio en el Gobierno Vasco–, al que, según dice, le va a ir fatal en las elecciones, y lanza gorgoritos sin fin. Cien días así no los aguanta ni el más pintado. No sé si Arzalluz llamaría a esto ritos de desapareamiento o enfriamiento. Pero sí diría que todo el mundo quiere aparearse. Salvo excepciones. l