Quiere ser pedo y no llega a cuesco. La realidad recuerda con frecuencia esta perla de la sabiduría popular. Por ejemplo, con las vanidades-banalidades que surgen alrededor de la fiesta de San Sebastián. Una de las últimas: cómo ha de decirse en euskera, San Sebastian Eguna o Donostia Eguna. Son dos significados distintos. Por tradición se ha usado San Sebastian Eguna, porque en el santoral católico el 20 de enero está señalado para el mártir narbonés. Al ser patrón de la ciudad, los donostiarras lo han celebrado y lo toman por su gran día. También es, por tanto, Donostia Eguna. En español, como para ambos significados se usa la misma expresión, no hay problema. En euskera tenemos más precisión.

También los sucesos de la Izada y Arriada de bandera recuerdan el refrán popular. El altercado entre el Tambor Mayor de Gaztelubide y un fotógrafo de prensa ha bailado el Iriyarena en las redes sociales. Lo extraño es que anteriormente no haya sucedido algo parecido. Se ocupa media plaza con una tarima gigante y, a pesar de ello, no cabe en ella un alfiler. La llenan: la enorme tropa de tamborreros de Gaztelubide. La comparsa de mujeres invitadas (a cenar no, que todavía no pueden ser socias), que sirven para dar apariencia de contemporaneidad. La representación de otras tamborradas. Cuando comenzó el runrún de por qué no se turnaban todas las tamborradas que lo desearan en estas funciones, se hizo este invento para aplacar la tormenta. Y, como consecuencia, ignoro la razón, suben al tablado dos bandas. También el grupo de danzantes, una adquisición reciente, necesita sus metros cuadrados. Este año se había otorgado una Medalla al Mérito ciudadano al Coro Easo, un regimiento de cantores. Y, para que todo conste en la Historia, una columna periodistas: fotógrafos, comentaristas, cámaras... Faltaban unos camareros para servir los cafés. Todos los ingredientes para la guerra preparados, esperando quién encendía la mecha. Gracias a que no se acercó ningún primo de Putin por la zona.

¿Y fuera del entarimado? En proporción. Es sabido que los vecinos de la Plaza Nueva (nombre oficial: Plaza de la Consustitución) no cotizan en las preocupaciones municipales. Sin su permiso, se colocan grandes lienzos en sus balcones, para lo cual, en los días anteriores y siguientes a la fiesta atacan un grupo de ruidosas máquinas y trabajadores gritones. Desde quince días antes, sin piedad, una y otra tamborrada se acercan a allí a ensayar su graciosa tormenta. Y los días 19 y 20, sin un minuto de descanso, día y noche, se turnan en su Tarrapatan tarrapatan. Hay cierta preocupación en el Ayuntamiento: se perjudica a las terrazas. Con los vecinos no, son los parias de la ciudad, seguramente no los únicos.

Por este irrefrenable deseo de ser pedo, tampoco inquieta mucho que llegar a los domicilios sea imposible sin poner en riesgo la propia integridad física. En los soportales, en los últimos años, se organiza botellón. Numerosas cuadrillas de jóvenes se sientan el el suelo y, con depurada técnica de embriagamiento, dificultan el paso hasta el extremo. Las peleas y olas que se organizan en el centro de la plaza anuncian que algún día habrá heridos o algo peor. Cuando eso suceda se organizarán actos solemnes para deplorar lo acaecido. Es sorprendente con qué minuciosidad se vigilan los aforos en algunas cuestiones y en otras se practica lo de Aufa Maruja.

Cuando era niño y hasta muchos años después, el día de Santo Tomás (ahora en euskera hay que decir San Tomas), en las cuatro esquinas de la plaza, se colocaban una buena cantidad de mujeres, con unas endebles mesitas y pequeñas cocinas de butano. Allí freían sin descanso, en grandes sartenes llenas de aceite hirviendo, chistorras y chorizo, que vendían a los transeúntes. Como el peligro era evidente, hablé varias veces con los organizadores sobre el despropósito. Pero, es cierto, al margen de los pantalones y gabardinas manchadas, nunca sucedió un accidente irreparable... que se sepa. Ignoro si fue por la intercesión de San Tomás o Santo Sebastián.

¿Estamos esperando a que suceda algo así? ¿No se van a tomar medidas de seguridad? ¿No se va a limitar el aforo? ¿No se va a garantizar el acceso a los domicilios? ¿No se va a invitar a los vecinos de la Plaza de la Constitución a que pasen esos días en el hotel María Cristina? Ser pedo resulta caro.

Tenemos a los santos hasta el gorro con nuestras tonterías y creo que sopesan la posibilidad de hacer huelga el próximo año. No soy santo, pero yo la haría. Hasta entonces, no volveré a escribir sobre estas cuestiones. Me conformaré con ser cuesco.