El martes pasado, una mariposa agitaba torpemente sus alas intentando, en vano, remontar vuelo. Un 10 de enero, en pleno invierno, en pleno Bilbao, donde ver una en verano es casi milagroso. Recordé lo del efecto mariposa, –ya saben, la teoría de que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede desencadenar un huracán en Nueva York– aunque dudo que los movimientos de ese letalmente precoz lepidóptero fueran la causa, por ejemplo, de las graves inundaciones en California. Más bien ambos fenómenos tienen un origen común, el maldito cambio climático. El efecto mariposa, vinculado a la teoría del caos, vendría a plantear que en un sistema no determinista una pequeña perturbación inicial, y gracias a un consiguiente proceso de amplificación, puede generar un impacto importante a medio y corto plazo. La sentencia dictada por el Tribunal Supremo en la que básicamente confirma el fallo del caso Miñano, una trama de corrupción que algunos elevan a la mayor de la historia, ha generado un aleteo hiperventilado, artificialmente aumentado y amplificado en busca de su efecto mariposa en la teoría del caos con fecha fija: el 28 de mayo. Valoraciones con graves acusaciones hacia arriba de los condenados y sin fundamento real que las dé soporte –ese “es difícil de creer que...”, portadas, páginas y tuits rescatados directamente del congelador y recalentados en el microondas por la oposición y la prensa sin que haya habido una sola novedad en la nueva sentencia más allá de la confirmación y una mínima rebaja de la condena que en absoluto disminuye la gravedad de los hechos. Exigir con gesto grave la honorabilidad de los demás sin actuar y argumentar de modo honorable, como se está haciendo estos días, es irresponsable. Que Otegi e Iturgaiz, y sus respectivos partidos, digan lo mismo –y no, no es que “está lloviendo”–, señalen lo mismo, pidan lo mismo y pongan el mismo rictus es, sencillamente, mariposear en busca de un efecto el 28-M.