Decía Churchill que la democracia es la peor de las formas de gobierno, a excepción de todas las demás que se han dado. En mi opinión, esto resulta más claro en temporada preelectoral. Las elecciones tienen de bueno que puedes cambiar de gobierno si el actual no te satisface. Pero las campañas electorales tienen de malo que tienden a distorsionar realidades que se vivirían de forma enteramente distinta de no producirse en tiempos de contienda electoral.

Ejemplo de ello es toda la hiperventilación sucedida en torno a la denominada ley del solo sí es sí, que, de haber sido aprobada hace seis meses, no habría servido para montar el follón. Su trámite parlamentario, fuera de época electoral, no produjo apenas noticias. Su primera aplicación, a falta de comprobar a partir de qué punto interesada, provoca algunas rebajas de pena aprovechando que la horquilla menor penal fue rebajada para poder penalizar conductas del todo inadmisibles como tocamientos inverecundos, que tampoco merecen la misma pena que una violación. Por no hablar de otras mejoras para las víctimas. Claro, que hay quien piensa que eso de la inverecundia son chiquilladas de juventud que no merecen tratamiento penal. ¡Ojo! Que soy de los que piensan que el punitivismo no corrige injusticias, sino que solo es la justicia la que corrige injusticias.

Los hiperventiladores se activan. Ataques parlamentarios que rompen moldes preestablecidos. Y como vienen elecciones, los demás se meten aún más en el fango. El temor al fracaso electoral no les deja ver que ese era precisamente el objetivo. El fango produce desencanto y con ello abstención, que es donde más prosperan los hiperventiladores.

¿Qué es lo siguiente? Romper el tablero de juego. Trump ya dijo que había que rescindir la constitución de los EEUU porque sus reglas no le vienen bien. Sus acólitos locales aún no se han atrevido a tanto, van de hiperdefensores de la constitución local, pero van en esa dirección. Tiempo al tiempo.

@Krakenberger