uizá para curarse en salud y no entrar a saco en vano, el PNV fue prudente, timorato casi, solicitando a la mesa del Congreso la admisión a trámite de un proyecto de ley que limitase -no que derogase- la inviolabilidad del rey. Antes de que el escrito del Grupo Vasco llegase a la mesa, y por si hubiera alguna duda sobre la inviabilidad de semejante ocurrencia, los servicios jurídicos del Congreso comunicaron a los jeltzales que ni de coña, que ni siquiera se molestasen en solicitar su admisión a trámite porque ya desde el primer vistazo estaba claro que la propuesta "invade la reserva constitucional" en algo tan esencial como la inviolabilidad del Jefe del Estado. O sea, que el rey es impune por ley y eso, ni tocarlo. ¡Toma Constitución!

Y fuera por coherencia, o con el ánimo de que se retratase el personal, la propuesta llegó a la mesa y, con las mismas, siguió rumbo a la papelera. No es que se esperase otra cosa por parte de la mayoría de los representantes, pero tenía su morbo comprobar cómo el PSOE se ciscaba una vez más en sus raíces republicanas y rechazaba la proposición del PNV, una vez más, en alegre biribilketa de vasallaje con el PP, Ciudadanos y Vox. El rey era, es y seguirá siendo inviolable, porque así lo dice la Constitución y mientras ésta no se cambie. Que, por supuesto, no se cambiará al menos en lo tocante a los privilegios regios. El rey era, es y seguirá siendo inviolable porque así lo dispusieron en 1978 aquellos glorificados "padres de la Constitución", que, no pasaron de ser un grupo de políticos acojonados por el ruido de sables de una dictadura aún contemporánea y estimulados por unas ansias incontenibles de tocar poder.,

Desde entonces, y protegido por el paraguas de la Constitución, el sujeto usufructuario de ese privilegio lo ha disfrutado a cascoporro forrándose, evadiendo capitales, escabullendo impuestos y pasándose por donde te dije las obligaciones de todo ciudadano o ciudadana. Hace falta cara para lucrarse con ese derecho de pernada pecuniario y discursear proclamando que "todos los españoles son iguales ante la ley", artículo 14 de esa Constitución de marras.

Por más que Felipe González, su mítico insigne, a día de hoy se confiesa rendido admirador de la monarquía borbónica, no cabe duda de que muchos socialistas se sienten abochornados por semejantes muestras de sumisión y desearían un futuro republicano en lugar de esta monarquía heredada del franquismo. Quizá en esa intención anduvo Pedro Sánchez hace unos meses tras las trapacerías del padre, dispuesto a tocar el tema de la inviolabilidad del hijo, pero le entró el tembleque y previamente lo consultó con el PP y con la Zarzuela, o sea, la zorra en el gallinero. Por supuesto, la inviolabilidad del rey no se toca. Y como para disimular y en prueba de transparencia, Felipe VI accedió a revelar sus ahorros, supuestamente controlados por el Tribunal de Cuentas.

Tengámoslo claro, inviolabilidad es impunidad y bien que supo aprovecharla el emérito. Si se diera el caso, al hijo nadie podría meterle en un aprieto legal si se le ocurriera asaltar una joyería, por ejemplo; que como es el rey, y le protege la Constitución, y se lo permiten los partidos de la derecha extrema, la ultraderecha y el PSOE, goza de total impunidad. Una prueba más de que la monarquía en sí misma es injusta, antidemocrática y anacrónica, basada en un hecho tan arbitrario, tan fortuito y tan injusto, como el de haber nacido precisamente en esa familia y no en otra. Sea un genio o sea un zote. Sea un honrado o un golfo. Impune e intocable, en todo caso. l