uelve el rojo. Y no como símbolo de lo prohibido, sino de lo contrario. Los pintalabios abandonados tras dos años de mascarillas se pueden sacar de los cajones y estuches para volver a ejercer. Esas pequeñas balas de color que disparan la animación en el rostro comenzarán de nuevo a venderse por miles, como antes del covid. Es solo un símbolo del cambio que llega este mes de abril, cuando parece que empieza un nueva era, aunque la otra aún no se ha despedido. La cara descubierta obligará a volver a otras viejas costumbres, como afeitarse más a menudo o ir al dentista. Pero también hay quienes sufrirán por el destape de media cara en espacios cerrados, según dicen los expertos. Aunque a muchos nos resulte extraño, hay chavales que temen el momento de decir adiós al tapabocas. Dos años es mucho tiempo en proporción con su corta vida y algunos han atravesado la delicada adolescencia pegados a una tela que ayuda a ocultar las emociones. Como muchas mujeres del mundo entero que viven tapadas por mandato de la religión o las costumbres y se sienten desnudas sin su velo. El estriptis facial llega mañana. Y las aglomeraciones ya las hemos vivido con el turismo en esta Semana Santa. Cambia el ciclo. Pero sigue la guerra en Ucrania. Y contra eso no hay vacuna, por lo visto.
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