ste abril coinciden cuatro grandes festividades religiosas. El sábado se inició el Ramadán, y en unos días se sumarán la Semana Santa, la Pascua judía y la ortodoxa. El caso de la fiesta musulmana merece una atención especial por el significativo peso que tiene en la actualidad en nuestro país. Nuestros vecinos y vecinas islámicos, que no islamistas, pasarán este mes cumpliendo con el ayuno desde el amanecer hasta el ocaso. Un mes para la abstinencia, la autodisciplina y el reforzamiento de su fe a través de la oración. Podría ser interesante que el resto de los que no profesamos la fe de Mahoma dedicásemos algún momento tanto a pensar, como si es posible, a decidir qué podemos hacer con nuestros prejuicios para con la población musulmana. Porque tenerlos, los tenemos, y además más aceptados. Diría que sale más barato socialmente meterse con lo que parece musulman que mostrarse abiertamente racista. No son pocos los que tratan de presentar los estereotipos negativos que tienen para con los musulmanes como un ejercicio de libertad de expresión: "Es mi opinión", cuando, según la forma en la que lo hagan, podrían estar cometiendo un delito de odio. La islamofobia sigue creciendo tanto en el Estado como en Euskadi. Ha sido fundamentalmente el terrorismo que bebe del islamismo más reaccionario el que ha promovido el miedo al musulman olvidando que el 90% de las víctimas de sus atentados siguen a Alá, que son una minoría los creyentes extremistas o, más importante aún, que Islam y terrorismo no son sinónimos, como no lo han sido ser abertzale y ser de ETA. El islamismo es una amenaza no menor que la que supone la extrema derecha, aunque algunos pacten con ella, que nos exige dejar de etiquetar a los musulmanes, promover el diálogo y el respeto mutuo, así como, sobre todo, centrarnos en eliminar las raíces sociales y económicas que lo alimentan.