econozco que entrar en el súper y ver estanterías vacías me da tristeza, y pensar en ese punto egoísta que hay detrás del afán por acaparar, más. Porque a no ser que quien se lleve la leche por cajas quiera poner una fábrica de quesos, quien compra litros de aceite de girasol se vaya a convertir en fabricante de mahonesa o la persona que carga con 30 docenas de huevos se haya propuesto entrar en el Libro Guiness de los Récords por elaborar la tortilla de patatas más grande del mundo, comprando para ello 40 kilos de patata, guardar y guardar solo es muestra de miedo y de que poco nos importan quienes están a nuestro alrededor. Todavía habrá quien se esté disfrazando de momia en las fiestas para agotar el papel higiénico que compró en la pandemia y sin hacer hueco va llenando la casa de botellas de aceite y de leche. Y digo yo que como no vivan en un palacio, igual cuando el hijo o la hija vuelve de la uni el fin de semana se encuentra que bajo las mantas de su cama hay 60 cartones de leche desnatada y otros 20 de entera. Cuando nos miramos solo al ombligo pasan estas cosas, que se nos olvida que no vivimos solos en el mundo, que siete botes de suavizante para cabello graso no nos hacen falta y que más nos valdría gastar el dinero con quienes lo necesitan.
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