erdonen que hoy me ponga en plan desconfiado, les prometo que no soy así. Pero con algunas personas y algunos sectores me sale mi faceta Cruella de Vil, la de mala. Y no les digo yo que no me guste un poco. Uno de estos sectores es el de la banca. Sin entrar a analizar otras cuestiones previas que me han hecho llegar a este estado de permanente desconfianza, me limito a las últimas noticias. Pues resulta que la banca se da cuenta ahora, tras la campaña Soy mayor, no idiota, de que es necesario articular un mecanismo de atención a los mayores que no se fundamente en exclusiva en soportes digitalizados. ¡Anda la mar salada! Espera tú, que cualquier día nos damos cuenta que comer tocino con patatas fritas mañana, tarde y noche engorda y hace subir el colesterol. El jubilado Carlos San Juan puso en marcha una iniciativa que les ha sacado los colores, porque igual me quieren hacer creer que desarticulaban la atención directa sin darse cuenta y ahora, que alguien les ha avisado, la vuelven a poner. Las personas mayores no son tontas, solo van por delante de otros en años. Todas, ojalá, llegaremos a mayores y a saber al borde de qué brecha nos quedaremos frenadas. De todas formas, me alegro. Habrá que ver, desconfianza manda, cómo y quién paga montar lo desmontado. Al tiempo.
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