s obvio que las obras de arte gustan o no por lo que transmiten, por su maestría técnica, por su novedad o por otras cualidades. Su nombre no importa. Sin embargo, cuando una creación cualquiera tiene un título ayuda al espectador a completar ese miniuniverso que se le plasma delante. Cuando vamos a una exposición, no solo vemos sino que imaginamos algo más de cada cuadro, en el caso de la pintura, y personalmente, me deja un poso de decepción cuando después o antes de ver la pieza me acerco a ver el cartelito que da información sobre ella y leo Sin titulo. Siempre me ha intrigado por qué algunos artistas titulan algunas de sus obras y otras no. Si no hubiera nombre para ninguna, pues no perdería el tiempo en acercarme hasta el rótulo con letras que hasta los que no usan gafas deben tener a dos palmos de la nariz. Prefiero que ponga algo. Desnudo, por ejemplo, está muy visto. Pero informa. Sabes que es un cuerpo. No una estatuilla pintada. Otros títulos sorprenden aunque ayudan a imaginar. Homenaje a tal persona. No se vé a la persona pero sí los colores y trazos que ese ser inspiró al autor. A veces pienso que los artistas en realidad no quieren bautizar sus obras, es una necesidad comercial y cuando se aburren del tema nos quedamos sin título.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
