ay una tendencia generalizada a pensar que los abusos sexuales a menores son cosa del pasado y de la Iglesia, una percepción que año tras año desmienten las estadísticas. Muchos sacerdotes, incluso los más progresistas, se molestan por lo que entienden el doble rasero moral de una sociedad que les coloca en el ojo del huracán por unos hechos que condenan y piden investigar, pero al igual que en otros muchos sectores que a su entender se escapan de ese vigilante escrutinio. Más allá del pecado de omisión y de la responsabilidad moral del Vaticano por estos hechos, lo cierto es que hoy en día más de la mitad de los abusos sexuales a menores se cometen en el seno de la propia familia, un delito que escuece y avergüenza, del que casi nadie habla. De ahí que los casos públicos sean solo la punta del iceberg. Se estima que entre un 10% y un 20% de la población es víctima de abusos sexuales en la infancia, por lo que estamos hablando de miles de niños y niñas que siguen sin contar con juzgados especializados, como denuncia la organización Save the Children, que ha lanzado una petición de firmas. Teniendo en cuenta la dimensión del problema, parece necesario habilitar más medios materiales y profesionales para grabar la declaración de los menores de tal modo que no sufran más daño.