Ha tenido que pasar mucho tiempo para verme con fuerzas suficientes para dar este paso. Han sido semanas de inestabilidad emocional, impotencia, tristeza, ansiedad, rabia y frustración.El 13 de octubre mi hijo pasaba en bicicleta hacia las 21.30 horas por la plaza del Triángulo cuando una pareja de la Ertzaintza le dio el alto de no muy buenas maneras y le pidió que se identificara. Mi hijo padece facultades diferentes y especiales en tratamiento. La actitud de los agentes fue en todo momento muy agresiva y prepotente, llegando a golpear y tirar a mi hijo al suelo para inmovilizarlo y haciendo volar sus gafas. Ya en el suelo, apoyaron sus rodillas sobre su espalda para esposarlo, incluso pidieron refuerzos para controlar una situación que no suponía peligro alguno. Convirtieron un pequeño incidente que cualquier profesional debería reconducir con calma y sin hacer uso de la fuerza, en una detención violenta a una persona que en ningún momento supuso ningún peligro para nadie, ni iba armado, ni les amenazó, ni nada de nada. Durante la agresión varias personas que se encontraban allí pidieron a los agentes que dejaran en paz a mi hijo, que ya era suficiente, que le dejaran tranquilo y le soltaran. Una persona muy conocida y apreciada en Tolosa pasaba por allí y viendo lo dramática que era la situación -mi hijo estaba en ese momento con una crisis de ansiedad-, intentó mediar para que le dejaran tranquilo ofreciéndoles incluso su DNI y mostrando su disposición a hacerse cargo de mi hijo. Uno de los agentes le respondió con altanería y malos modales que se retirase. Esta buena persona tiene cerca de 90 años y, viendo su hija que él también comenzó a ponerse nervioso, se lo llevó de allí.La pesadilla no acabó ahí. Se lo llevaron esposado a comisaría y lo tuvieron desnudo en una celda. Se sintió humillado y vejado. Hasta en tres ocasiones le ofrecieron firmar un documento, una de ellas en presencia de una abogada de oficio, en el que se autoinculpaba por agresión a los agentes. Rechazó a la abogada al considerar que no defendía sus derechos ya que le presionó, junto a los policías, para que firmara el documento, cosa que no hizo. Lo soltaron de malas maneras a las dos de la mañana. El artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa textualmente que nadie será sometido a tratos crueles, inhumanos o degradantes. ¿Cómo es posible que en el centro de Tolosa, durante un agradable atardecer de otoño y ante personas sentadas en los bancos de la plaza, en la terraza de la cafetería, dando un paseo... las personas encargadas de nuestra seguridad, los supuestos garantes de la convivencia en nuestras calles, ante un hecho banal y sin mayor trascendencia que podrían haber reconducido de forma pacífica sin ningún problema, actúen de forma provocadora, desproporcionada, altanera y degraden de esta manera a un ciudadano? ¿Cómo, cuándo y quién va a reparar todo este daño gratuito que nos han causado? Queremos y exigimos una policía que respete nuestros derechos, que nos respete como personas y que actúe con empatía, sensibilidad y proporcionalidad.No quiero finalizar esta denuncia sin agradecer también la actitud que mostraron muchas personas aquel día y que interfirieron por mi hijo, y también a todas aquellas que durante estas semanas os habéis acercado para mostrarme vuestra solidaridad y cariño. Muchas gracias de corazón.

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