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Mesa de Redacción

Carlos Marcos

Tabaco, alcohol y apuestas

Estoy en contra de que se prohíba la publicidad. O por lo menos casi toda la publicidad. Crecí viendo la tele y leyendo revistas atestadas de anuncios de tabaco y alcohol de alta graduación (había paranoias de que incluso escondían mensaje subliminales para que perdiéramos la voluntad) y creo que no he salido tan mal. En realidad, siempre he pensado que era más peligroso el efecto imitación de poner al prota de la serie Compañeros echándose un piti que 200 anuncios de aquellos del camello de una marca de tabaco convertido en un dibujo animado que iba a provocar, nos decían, que fumáramos como chimeneas. Ahora hay toda una generación que no ha visto nunca un anuncio de esos, pero fuma y desfasa hasta el coma etílico los fines de semana, así que parece que la publicidad no era el único problema. La venta de tabaco y alcohol, al menos, es más fácil de controlar: se prohíbe a menores y aunque te vean el careto ajado, un señor tiene que pulsar un mando en el bar si quieres pillar una cajetilla. Pero el juego online es automático, lo llevas siempre en el bolsillo, los anuncios te apedrean a todas horas y los famosos te aseguran a gritos cientos de euros. No es difícil apostar siendo menor de edad. Prohibir la publicidad no es la solución, pero una regulación exigente y estricta, sí. Pero el ministro Garzón ha descafeinado tanto su propuesta que está a punto de legitimar lo que hoy es alegal, y eso es aún peor.