En defensa del intermediario
Hay pocas cosas más indignantes que la actitud con la que muchas grandes empresas tratan a sus clientes. Daría para otro artículo el relato detallado de la ristra de engaños habituales de compañías de sectores como el transporte, las telecomunicaciones o la energía, casos comunes de chuleo sistemático al consumidor. Por ejemplo, que Iberia no responda de las indemnizaciones cuando te cancelan un vuelo, y siempre haya que recurrir a la reclamación por vía administrativa. O también, que Movistar Fusión nos imponga pagar por el corrupto fútbol profesional a quienes sólo queremos contratar un paquete de series y cine, o que obligue a todos sus abonados a mantener el millonario sueldo del progresista fracasado Buenafuente, que tiene en la operadora el mejor abrevadero que nunca soñó a pesar de su infinitesimal audiencia y su periclitada gracia. Y así unos cuantos casos más que suponen ingresos multimillonarios para muchas grandes empresas, sin que ninguna autoridad les ponga en su sitio y acabe con tanto robo evidente y recurrente. A pesar del panorama general de impunidad, hay un sector empresarial que hoy está siendo muy atacado, a cuenta de la crisis del campo. Se achaca a la distribución -los Mercadona o Carrefour-, un desmedido afán de lucro perpetrado mediante la imposición de precios bajos a los productos agrarios. Se vuelve a escuchar la crítica al intermediario, ese personaje siempre inconcreto que obtiene sólo por ver pasar cajas de frutas o verduras beneficios excesivos. Nada de esto es cierto, a pesar de tanto tertuliano alistado hoy para la causa rural y actuando oportunistamente como detractores de la cadena de comercialización.
Ione Belarra, la diputada navarra de Podemos, es miembro del Gobierno de España en tanto que Secretaria de Estado de algo recién inventado. Hace unos día puso un tuit en el que decía “La naranja cuesta 0,23 euros el kilo en origen y cuando llega al super cuesta 1,55 euros. A ver si el problema del campo no va a ser la subida del SMI sino el negocio redondo que están haciendo los intermediarios y grandes empresas. #LeydePreciosMínimosYa”. La primera apreciación que cabe hacer es que si un miembro del Gobierno pide una ley “ya”, será que la están redactando y pronto la presentarán en las Cortes. Pero no, aquí no pasará eso, porque esa ley no se va a tramitar por más tuits que la encorajinada política ponga. El problema, empero, no es tanto la vagancia consecuencia del postureo de esta señora, sino más bien la incapacidad intelectual de ella y muchos otros para acercarse sin prejuicios a la realidad. Porque parece evidente que Belarra gusta de comprar sus naranjas en el super cercano a pesar de que nada le impide acudir a la huerta a por ellas, y pillarlas directamente del productor. Lo que pagamos cuando compramos una naranja en la tienda de la esquina no es la mera naranja, sino el hecho de que nos la han puesto ahí cerca, para que la cojamos cuando queramos, que esté etiquetada y limpia y que haya sido seleccionada para que se pueda vender desechando otras estropeadas. Eso es lo que para el consumidor tiene verdadero valor, no sólo el fruto del árbol. Y todo este proceso tiene unos costes, no es el negocio redondo que dice la ignorante. De hecho, si fuera tan lucrativo, tampoco hay ninguna restricción para que los agricultores organicen su propio sistema de venta directa, así como sí hay limitaciones para, por ejemplo, poner una gasolinera.
De la producción agraria española, casi un 80% se dirige a la exportación, un 10% fluye a través de canales minoristas, y tan sólo el 10% restante es el que acaba en los estantes de las grandes distribuidoras. El problema del campo, imposible de entender por Belarra, es la magnitud del mercado global, y que dentro de él al campo español se le imponen unos costes regulatorios -por normativas varias, por recargos fiscales, por costes añadidos de la energía, el agua y los fertilizantes, y también por la subida del SMI decidida por la progrez urbanita- que lo hacen cada vez menos competitivo. Nadie habla de cómo facilitar el trabajo y la rentabilidad de agricultores y ganaderos. Hay que echar la culpa a los intermediarios. Belarra pone un tuit y, como hemos sabido esta semana, acaba de colocar a su pareja en un puesto de asesor en el Congreso. No hará nada más, ni ella ni tantos otros desahogados que le acompañan.