El pasado octubre, el que probablemente ha sido el mejor futbolista guipuzcoano de la historia, Xabi Alonso, hacía el paseíllo judicial, pero con su estilo propio: defendiendo su inocencia con una entereza pasmosa. Aparentemente ajeno a la pena de cárcel que pedía la Fiscalía..., según dicen, azuzada por la entonces fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal, que al parecer no atendió al criterio de los fiscales que habían decidido archivar previamente el caso y ordenó reabrirlo en vísperas de unas elecciones. Iba a declarar, pues, ni más ni menos que “el entrenador del filial de la Real Sociedad”. Lo hacía entre flashes y grandes titulares. Sin referencia en los medios digitales al jugador del Real Madrid, ni al internacional español. Alguno añadía que iba a declarar a la Audiencia Provincial, así en general (era la de Madrid, por cierto). La noticia valía para toda España. Daba igual. Era la carnaza del día. Prime time. Incrédulo, reparé en que tampoco se destacaba en ningún lado que a Alonso se le imputaban delitos fiscales durante su etapa como jugador blanco, más prolija que la actual como técnico del Sanse. Pero todos hablaban del “entrenador del filial txuri-urdin” acusado de fraude fiscal. Tras ser declarado inocente, las crónicas sí hacen referencia al exjugador del Madrid. Pues eso.