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ETA: ¿Nacionalismo radical?

¿cuál es el espectro sociopolítico que abarca el concepto de “nacionalismo radical”? ¿Todo nacionalismo “moderado” tiene vocación de tornarse “radical”? ¿Es el uno la matriz del otro? Si ello es así ¿todo nacionalismo, por vinculación ideológica, comparte la responsabilidad de la violencia de una de sus partes? Estas cuestiones han sido planteadas en referencia al nacionalismo vasco y aquello que se identifica con el mismo. Este artículo pretende proponer una respuesta a ellas, utilizando y contrastando para ello las opiniones de algunos historiadores y analistas.

El primer autor que define el concepto de “nacionalismo radical” referido al conjunto de la izquierda abertzale (que incluye a ETA) es José Manuel Mata. Según Mata, todo nacionalismo (incluido el llamado moderado) tiene vocación de radicalidad “en cuanto se opone a la raíz de la construcción del estado”. Posteriormente, José Luis de la Granja divide al nacionalismo en tres ramas: la moderada, la heterodoxa y la radical.

De la Granja juzga al nacionalismo en función de su idea de España. Según esta perspectiva, el nacionalismo “moderado” (representado por el PNV) carece de una idea de España; el nacionalismo heterodoxo acepta la constitución y la nación española; y el nacionalismo radical (ETA y la Izquierda Abertzale) rechaza absolutamente a España. El rechazo de la idea de España lleva al nacionalismo radical a empuñar las armas durante el franquismo y durante la transición democrática. Según De la Granja, es ese antiespañolismo el que hace que la lucha armada persista tanto en un sistema como en otro.

Tanto Mata como De la Granja hacen alusión al componente marxista que caracteriza a la izquierda abertzale. Para el primero, tal factor no es “una dimensión fundamental”, sino que tiene “una finalidad diferenciadora, aglutinadora”. Otro autor, Jesús Casquete, dice que la apropiación del marxismo es “parcial” y no afecta a la esencia del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (que es la denominación que tiene el conjunto de las organizaciones de la izquierda abertzale tras la V Asamblea de 1968). Gurutz Jáuregui, en este sentido, afirmó que ETA constituía una fusión del sabinianismo y el antifranquismo. Casquete llega a plantear que el concepto de “izquierda abertzale” camufla o confunde los aspectos más negativos del “nacionalismo radical”.

Partiendo de un hecho, como es el uso de la violencia por parte de la izquierda abertzale, y concretamente por su organización matriz ETA, el teórico de la organización José Luis Zalbide hizo en 1967 una dura crítica al PNV por carecer de una tradición de uso de la violencia. ETA criticó la “blandura” de métodos del PNV y alabó la tradición guerrillera carlista, aunque también rechazaba la ideología carlista y el fuerismo como elementos irremisiblemente reaccionarios.

El discurso marxista presupuso una categoría de diferenciación entre lo revolucionario (o progresista) y lo reaccionario. Siguiendo esta perspectiva, en la V Asamblea, ETA es definida como organización marxista-leninista cuya ideología está constituida por el “nacionalismo revolucionario”. ¿Se puede afirmar que este término, formulado por la organización, es un sinónimo de “nacionalismo radical”?

En la V Asamblea, ETA pretendió aunar dos tradiciones políticas vascas antagónicas, como eran la comunista y la nacional, en un solo movimiento. La combinación de lo nacional y lo social/revolucionario se hizo en el marco de los Movimientos de Liberación Nacional, cuya ideología de patriotismo revolucionario derivaba de la teorización que hizo Mao Zedong acerca de la relación entre el patriotismo y la revolución socialista (en la cual el primero, que constituía la forma, estaba al servicio de lo segundo, el contenido revolucionario). Esta ideología que se denominó como “tercermundismo” representó, según Mao, una aportación brillante para el marxismo-leninismo. Por eso decía ETA que, “en Euskadi, la lucha de clases toma la forma de lucha de liberación nacional”.

Jokin Apalategi señala el rechazo de los términos “nacionalista” o “nacionalismo” porque se encuentran vinculados a una doctrina surgida en el siglo XIX bajo el principio de las nacionalidades. El PNV nace de este momento histórico. Mientras que el comienzo de la acción de ETA no puede desvincularse del contexto internacional y europeo de los años 60 del pasado siglo: en el Tercer Mundo existía una eclosión de “movimientos de liberación nacional” (y como tal se va a definir ETA y su conjunto de organizaciones anejas); y en Europa la izquierda radical se planteó la necesidad de pasar a la acción armada (lo que Sartre denominó como la recuperación del “sano principio de violencia revolucionaria”). La definición marxista-leninista-revolucionaria de ETA en esa Asamblea y su adopción de la estrategia de Guerra Popular respondió a la adopción de esos modelos y a un intento deliberado de aplicarlos para las condiciones específicas de Euskadi.

Mario Onandia atribuye al nacionalismo radical un “panteísmo” (sentimiento por la tierra). Decía que los militantes de ETA no respondían a eso, sino que se identificaban con un “ascetismo más profundo” cuyo objetivo era convertirse en “pura negación” del sistema capitalista. Durante el Proceso de Burgos, además, los militantes de ETA afirmaron que no estaban en contra de España (uno de ellos gritó “vivan los obreros de España”). En este sentido, ETA afirmó en varios textos que su enemigo no era la clase trabajadora española, sino la “oligarquía” y la estructura de estado que esta domina.

Por ello hay que constatar la evolución del uso del término “nacionalista” en el vocabulario de la izquierda abertzale. Cuando José María Beñaran Argala hace una crítica a la izquierda española, le acusa de no abandonar “el nacionalismo” español (afirmando a la vez la identidad de clase entre los trabajadores vascos y españoles). La izquierda abertzale se identifica (y a la vez trata de apropiarse) del término “abertzale” y “aber-tzalismo” que tiene analogía con el de “patriotismo”. El historiador y exdirigente de la izquierda abertzale Francisco Letamendia hacía una neta distinción entre “patriotismo” y “nacionalismo” y abogó por el primero considerándolo como atributo de la clase obrera, frente a un nacionalismo relacionado con los partidos de derecha. A mediados de los 80, el colaborador de Argala Jokin Apalategi afirma claramente que en “el MVLN” prevalece ya el uso de la expresión “patriotismo” en sustitución de la de “nacionalismo”.

Comprobamos aquí que la izquierda abertzale estaba planteando una ruptura gradual y graduada respecto al nacionalismo del PNV en aspectos formales (sustitución de Euskadi por Euskal Herria,) y de fondo (el uso y justificación de la lucha armada, la apelación a la revolución socialista, el internacionalismo?), así como en aquellos otros que reflejaban una quiebra de forma y fondo (la contraposición entre nacionalismo y abertzalismo y la identificación de este último con un posicionamiento de clase). Sortu es fiel a esa perspectiva cuando dice en 2016 que “consideramos que la lucha de clases, es decir, la lucha de la clase trabajadora vasca contra la explotación capitalista, en Euskal Herria toma forma de liberación nacional”. También su líder, Arnaldo Otegi (14 enero 2017) cuando afirmó, en la XXII Conferencia Rosa Luxemburgo (Berlín 2017), que la izquierda abertzale es “independentista, que no es lo mismo que nacionalista”.

La izquierda abertzale, además, se adscribe actualmente al “socialismo del siglo XXI” que recoge la evolución de múltiples movimientos de liberación nacional a movimientos puramente políticos cuyo objetivo es la revolución socialista mediante la toma del estado, pero esta vez principalmente por la consecución de mayorías institucionales apoyadas por movimientos sociales con vocación de contrapoder popular. Por tanto, no es correcto encuadrar la izquierda abertzale bajo la etiqueta del “nacionalismo radical”. El “nacionalismo radical” es uno de los componentes auxiliares de la izquierda abertzale (ejemplificado en la presencia de EA dentro de la coalición Bildu); pero está en conjunción con otros componentes (como el comunismo español de Alternatiba, que es también parte de Bildu). Con este encaje del nacionalismo radical y del comunismo, Sortu (partido dirigente de la izquierda abertzale) no hace más que seguir la tradición creada por ETA en el año 68.