Está claro que el sistema judicial no funciona. Hay intereses creados para que siga como está, sobre todo en lo penal, así les conviene a los de siempre. Tras la sentencia del TSJN sobre La Manada, da lo mismo ganar 3-2 que 4-1. Los jueces andan un poco perdidos. Mi voto particular de poco sirve si no se da vuelta a la tortilla. La jueza Raquel Fernandino, tras denegar en tres ocasiones la libertad para La Manada (la última un permiso para las navidades del año pasado), en junio cambia el criterio y con ello todos a la calle (incoherencia). Otro caso, el del asesinato de Nagore Lafagge. Un juez con su voto particular lo consideró asesinato, y hoy día el asesino trabaja tranquilamente en Madrid. Este mismo magistrado (intuyo que presionado) ahora dice que lo de La Manada es abuso sexual, incoherente. Lo mismo ocurre con los chavales de Altsasu, que están en prisión por un altercado de fin de semana (vergonzoso), etcétera. No se puede estar entre Pinto y Valdemoro, no puedes tener un pie en una raya roja en Pinto (centro neurálgico de la península Ibérica) aplaudiendo a Alberto Contador, y otro en Valdemoro, que probablemente estés en la cárcel. No hay posibilidad de ubicuidad. El sistema no es válido (salvo para los de siempre). ¿Se acuerdan los jueces de las víctimas?

Lo mismo ocurre con la Constitución (obsoleta perdida). Ahora van a parchear el artículo 49 y cambiar la definición de disminuido. La Constitución hay que cambiarla entera. Eso sí, a los de siempre no les conviene.