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Las apariencias engañan

Steven Jeffes publicó a finales de los año noventa un ensayo, La apariencia lo es todo (Sterling House Publisher), en el que aseguraba que “las personas atractivas tienen de dos a cinco veces más probabilidades de ser contratadas y suelen ganar un 12% más. Mientras que los candidatos poco agraciados suelen ser excluidos con la excusa de que no responden al perfil que se busca”. La literatura científica confirma que la primera impresión que nos llevamos de un interlocutor se genera en milisegundos y que generalmente se deriva de una apariencia física o social. El problema del lookism es su subjetividad, su falta de raciocinio, la servidumbre a envolturas perecederas y el sometimiento a valores efímeros. El dictado moral y sensorial, que nos dicta la moda y las apariencias, no solo nos imponen cómo deberíamos ser, sino cómo deberíamos desear ser. Esa moral de las apariencias es la que estos días se está detectando en el mundo de la política española, tras la denuncia sobre el máster de Cifuentes, y los currículums de Casado, Merlo, Franco y compañía. Hay un viejo aforismo, que desgraciadamente se ha impuesto en nuestra sociedad: “Más vale decir mentiras que parezcan verdades, que verdades que parezcan mentiras”. Lo definitivo no es ser ético, sino simplemente parecerlo. Envolverse en una pátina o expediente universitario que nos dote de una apariencia de respetabilidad y credibilidad. Una fachada que difícilmente aguantará la prueba del algodón. No creo que el fenómeno de las apariencias sea exclusivo de la clase política, ni de la económica, ni de la judicial, ni de la mediática. Es el resultado de una sociedad falaz, mediocre, irresponsable, con una deficiente educación, y valores morales muy poco exigentes y escasamente desarrollados. En 2016 se estrenó la película Las apariencias engañan de Greg Mottola, que denuncia un mundo underground y escabroso en el día a día de un matrimonio engañosamente modélico. Posiblemente tengan razón quienes crean que no basta con vivir una realidad virtual.