los privilegios huelen a naftalina, a antigualla, a anacronismo que se opone al concepto moderno de derecho y de democracia. Sin embargo, los privilegios siempre han crecido entre nosotros, como una mala hierba. Su proliferación fue escandalosa en el Antiguo Régimen, repartidos entre la nobleza y el clero, mientras el tercer estado, el de los trabajadores, tenía que mantenerse a sí mismo, y a los otros dos. Había regalías inicuas como el derecho de pernada o el de no pagar impuestos, y había otros ridículos como el mantenerse cubiertos ante el rey o el poder vestir de blanco. En la edad Moderna, los privilegios pasaron a ser exclusivos de las clases privilegiadas, también llamados aristócratas. Sus privilegios eran inagotables y se conocían como: redondos, cánones, franquicias, favores, gracias reales, remuneratorios, marítimos, diplomáticos, gremiales, religiosos, militares, y familiares. En teoría los privilegios acabaron con la Revolución francesa y el uso obstinado de la guillotina. En España, fueron las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 quienes pusieron punto final a tanta prerrogativa y abuso de poder. Pero eso no fue cierto, se lo aseguro, porque los privilegios siguieron creciendo. Las clases distinguidas y la clerecía los mantuvieron a manos llenas. Pongamos un ejemplo ilustrativo. Un político, de los 450.000 que hay en España, dispone de coches oficiales, aparcamientos oficiales, aforamientos, ayudantes, sólidos sueldos más sus complementos y sus suplementos. Cuando acceden al Congreso reciben un smartphone de última generación, una tablet con llamadas y datos gratis, un PC, conexión a Internet gratis en sus casas. ¡Ah!, y si no dispone de coche oficial, percibe 3.000 euros anuales para gastos de taxis. Viaja en clase preferente, amén de dietas de alojamiento, seguros y pensiones especiales. Todo esto ustedes ya lo sabían. Pero tal vez desconozcan el último privilegio, el poder declarar ante el juez a través del plasma. Y, ¿saben? El PP está muy enfadado, porque la Audiencia Nacional ha privado a Rajoy de esa bicoca.