Suicidarse no es un juego. La gente no se suicida como quien va a ver/jugar un partido de fútbol porque no tiene nada mejor que hacer. Por eso no me cuadra eso de la ballena azul. Y ahí estamos todos dándole al palique. Que oiga, que las redes sociales malas-malísimas andan por ahí incitando a sus hijos -o a ti, chaval, si es que algún chaval lee todavía el periódico- a que se autolesionen superando 50 absurdas pruebas para acabar dándose matarile tirándose de lo alto de un edificio. Da igual que Anar, que gestiona el teléfono de ayuda al menor, no haya recibido una sola consulta que verifique la existencia del tema, da igual que la Policía confiese que no hay ninguna denuncia al respecto, el juego sale en Internet y existe un indicio de un posible caso. Ya está, jugamos para bingo. El suicidio adolescente es una realidad silenciada que, cuando llega, sorprende incluso a los propios padres, que casi nunca lo esperan. Así que si existe la dichosa ballena de marras, sea azul, rosa o multicolor, bienvenida sea porque es toda una aliada. Lo que darían tantos padres, tantos profesores, tantos amigos por haber visto una sola de esas 50 señales tan evidentes en ese alguien que un día se quitó la vida. Lamentablemente, el suicidio no es un juego ni muestra unas señales de alarma tan grandes como una ballena.