En la larga y flipante noche electoral que tuvieron los estadounidenses (y buena parte del mundo), más de uno se habría quedado flipando ante la victoria de Trump. Su rival demócrata, Hillary Clinton, aunque felicitando al ganador, debe estar ahora mismo “rumiando” su derrota y preguntándose el porqué de ella. Que no era una “santa” lo sabíamos, pero solo el hecho de ser mujer y aspirar a la presidencia del país más poderoso del mundo, es algo que muchos no han consentido ni tolerado en la todavía muy machista sociedad estadounidense. Es significativo que las primeras felicitaciones recibidas por el presidente electo hayan sido de líderes de la extrema derecha, tales como la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, Vladimir Putin, el primer ministro de Hungría (un conocido xenófobo) y otros líderes de la ultraderecha alemana, todos ellos muy “respetables”. Aunque sus primeras palabras han sido conciliadoras, no tranquilizan mucho sus incendiarias declaraciones y propuestas durante la campaña, con todo tipo de amenazas y descalificaciones hacia las minorías, mujeres, etc.

Contando igualmente con la mayoría más que holgada, sacada por los republicanos en sus cámaras legislativas, es para echarse a temblar haciendo y deshaciendo a su antojo.