Ochenta años han pasado desde aquella trágica noche. Años de sufrimiento, años de silencio, pero no de olvido. Muchos de nosotros, mucho más jóvenes, hemos escuchado el relato de nuestros mayores, en nuestro caso de nuestra abuela-bisabuela, cuyas explicaciones eran tan claras que jamás tuvimos dudas de que fuera cierto.
La publicación del libro, el apoyo económico del Gobierno de Navarra y el conocimiento y tesón de Aranzadi han permitido dar luz a aquel siniestro caso. Si bien lo que se investigaba ya era suficientemente grave, se descubre otra nueva tragedia con la aparición del cuerpo de nuestro vecino Iñaki. Esa maldita sima nos devuelve los restos que celosamente ha guardado 88 años, mostrándonos con ello la crueldad humana.
Solo el pensar que siendo niños hemos jugado en muchas ocasiones arrojando piedras en esa sima, contando los botes y rebotes de las piedras, nos produce un indescriptible escalofrío.
El asesinato de la familia Sagardia-Goñi, el suicidio u homicidio de Iñaki, ambos sucesos violentos, alteraron entonces y alteran ahora nuestra convivencia. Nuevamente rumores y más rumores, recelos, tristeza, profunda tristeza.
No hace ni tres años, un grupo numeroso de vecinos de Legasa acudimos a la sima, contamos la historia a los más jóvenes, nombramos a Juana Josefa y sus seis hijos y guardamos un breve silencio. No sabíamos nada de Iñaki. Parecía el preludio de lo que después ha acontecido.
Muchos sois los que os habéis acercado estos días, solidarios y comprometidos, y habéis presenciado la labor de Aranzadi, mostrándonos los restos hallados. Os iréis. Sabréis más sobre la historia de nuestro pueblo.
Estuvimos presentes en el momento en que Paco Etxeberría mostró parte del cráneo de Juana Josefa. Hubo aplausos y alegría. Nosotros también sentimos alivio y aplaudimos.
Por fin se ha aclarado todo, se decía, pero algunos, en nuestro interior, pensábamos que nada se había aclarado. La sima nos devuelve los restos. Sus familiares podrán visitarlos donde los depositen, visitarlos y ponerles flores que seguirán regando con sus lágrimas, pues solo ha cambiado que sabemos dónde están, pero seguimos sin saber el quién, cómo y porqué de la muerte de la familia Sagardia Goñi y la de Iñaki.
Como comentó Paco Etxeberría, “en la sima no queda nada”.
Podríamos tapiarla definitivamente, pero, ¿cómo tapiamos el agujero social en el que vivimos? Tendremos que convivir con ello, como lo hicieron las generaciones anteriores.