No se trata de una fábula del escritor francés Jean de La Fontaine (1621-1695), protagonizada por animales con moraleja final. El pato y el topo es una historia de espionaje hecha pública en los últimos suspiros de la campaña electora del 26-J en la que un superagente (posiblemente doble) consiguió colarse en el despacho del ministro del Interior y grabar cuatro horas de conversación comprometida entre “el pato” y su “topo”. Algo ha trascendido de la conspiración contra los independentistas catalanes, pero supongo que faltan por hacerse públicos todavía capítulos muy jugosos, a la espera de ver cómo evoluciona el devenir político. Jorge Fernández Díaz nació en Valladolid, hijo de un teniente coronel de Caballería que ganó plaza en la Guardia Urbana de Barcelona, donde fue nombrado subinspector jefe. Fernández Díaz se trasladó con su familia, a la edad de tres años, a la Ciudad Condal. En 1981, militando en la UCD, fue nombrado gobernador civil de Barcelona esmerándose en la persecución de una inicial Terra Lliure y de los círculos independentistas más radicales, que le conocían con el apodo de el pato. En 1983 pasó a AP, tras peregrinar brevemente por el CDS. Desde entonces ha estado vinculado a Mariano Rajoy y en 1991 se integró en la fe católica radical, convirtiéndose en supernumerario del Opus Dei. Lo terrible de la filtración para Fernández Díaz es que todos los indicios apuntan a que se llevó a cabo en su despacho del Ministerio y que ha desvelado sus tejemanejes, cien veces negados, y la identidad de su topo, Daniel De Alfonso, otro doble agente del PP y de CDC. Según elconfidencial.com, el topo grababa todas sus conversaciones, aunque normalmente lo hacía en su despacho de la Oficina Antifrau de Catalunya (OAC). En otras ocasiones utilizaba un bolígrafo espía, de esos que se venden en una conocida tienda especializada. Solía cambiar de móvil y en las reuniones jamás lo sacaba del interior del maletín. A pesar de todas las precauciones, esta vez el espía ha sido más hábil que el pato y el topo.