con semejante declaración de intenciones, cómo voy a votar a estos partidos, sería un irresponsable. Ambos reconocen explícitamente que una cosa es prometer y otra cumplir, y que la soberanía popular no pinta nada en comparación con los mandatos que vienen de los poderes financieros.

Lo mejor para acabar con el bipartidismo que ha hecho del Estado español la cueva de Alí Babá es reducir a los dos partidos citados a la mínima expresión electoral. Ellos que se presentan como la estabilidad y la política tomada en serio son los verdaderos causantes de ese tsunami que es la pobreza y el desarraigo social de millones de personas. Tal es la maldad de estas fuerzas políticas y de sus servidores tertulianos que desean fervientemente que Grecia fracase, para evitar así un aumento de la popularidad de Podemos. Sí, quieren que la Grecia sumida en la desesperación y la pobreza caiga aún más hasta tocar el fondo del pozo de una tragedia humanitaria, para poder alardear de tener razón al decir que todo debe permanecer en manos de los de siempre.

Como era de esperar ambos partidos y los tertulianos a su servicio resumen sus ataques a Syriza con la palabra mágica: populismo. Es la misma sentencia peyorativa con que condenan a Podemos. Ser populista se ha convertido en ser lo peor de lo peor, una suerte de bomba atómica contra la democracia. La mayor parte de las veces se imputa como populista a Podemos sin saber ni poder demostrar que ciertamente lo es. Basta con adjudicarle la carga de la culpa. Pero, ¿qué es en realidad el populismo?

El término contiene una creciente polisemia y en consecuencia no es fácil capturarlo para una sola acepción que de hecho no la tiene. Se dio a conocer y pasó a formar parte de los estudios políticos en América Latina. Lo hizo como designación teórica utilizada para describir fenómenos que no cuadraban en regímenes anteriormente existentes, oligárquicos y/o dictaduras militares. El caso del peronismo en Argentina es el más conocido, sin que tenga poca importancia el del cardenismo en México. Lo cierto es que, con todos su pros y sus contras, esos populismos incorporaron al sistema político a multitudes de no incluidos. Ahora bien, levantado sobre el caudillismo y el clientelismo, el populismo no es desde luego una forma de organización democrática. Pero, ¿qué caracteriza exactamente al populismo?

Lo digo de manera sencilla y clara: el populismo es un intento de dar respuesta a las demandas de los sectores populares sin cambiar las reglas de juego. Ofrece soluciones simples a problemas complejos y lo hace planteando una suerte de armonía entre capital y trabajo.

Las preguntas pueden ser: ¿Acaso Podemos no propone cambiar las reglas del juego? ¿No propone claramente las luchas de los de abajo contra el capital y sus expresiones de poder político con el fin de cambiar el sistema, las reglas de juego? ¿Acaso el PP y el PSOE no están más cerca de ese propósito de dar respuestas sin cambiar nada? Lo voy a decir de otra forma: el populismo se caracteriza históricamente por la puesta en marcha de fórmulas de mejora de la vida de la gente sin afectar a la propiedad ni transformar las estructuras económicas, de tal manera que liga la suerte de las mayorías sociales a la permanencia en el gobierno de una determinada fuerza política. Un ejemplo categórico de populismo es prometer ¡tres millones de empleos netos! “si vuelvo a gobernar”. Lo dijo Rajoy en el debate de la nación. Esta promesa cumple todos los requisitos de populismo. Después de haber hecho una escabechina social promete ahora ser la solución a la crisis. Tonto el que lo crea.

Lo que viene ocurriendo es una perversión mal intencionada del lenguaje. Da igual el rigor de lo que se dice si sirve para golpear al adversario. Syriza habla de una Europa social y se le ataca de populista. Sucede que en la medida que Syriza o Podemos son un modo de desborde de la política tradicional y proponen cambiar las reglas de un dominio oligárquico por una democracia real, se convierten en una amenaza principal. Un ejemplo: un modo de populismo evidente son los 35 años de gobierno en Andalucía, donde un partido mantiene con su electorado una relación clientelar sin que se haya impulsado un modelo productivo competitivo, creador de empleo de calidad y bien remunerado. Lo mismo puede decirse del PP en Galicia. Otro ejemplo categórico de populismo es prometer tres millones de empleos netos “si vuelvo a gobernar”. Lo dijo Rajoy en el debate de la nación

Pero he aquí que ha entrado en escena un nuevo actor que según los parámetros de PP y PSOE es un gran populista: lean ustedes lo que sigue y compárenlo con lo que dicen Syriza o Podemos. Al final verán quién lo dice:

“Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.

No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo”.

Estas palabras del papa Francisco en el encuentro mundial de movimientos populares, encajan perfectamente en la acusación de populismo que hacen el PP, el PSOE y sus tertulianos a quienes proponen un cambio sistémico porque este sistema es esencialmente injusto, una fábrica de opresiones. Pero no, no es populismo, es sólo realismo y un afán de transformación. Un realismo que retrata lo que está ocurriendo y que afirma que mediante la lucha un mundo mejor nos espera. Populismo es el del PP y el del PSOE, que dicen que mejorarán nuestras vidas sin cambiar las reglas del juego. En oposición, el papa Francisco alienta a que la gente se organice y se rebele. Ya lo dijo en Río de Janeiro dirigiéndose a los jóvenes: “No balconeen la vida, salgan a la calle, armen el lío”. Lo que ocurre es que PP y PSOE con el papa no se atreven, es mucho enemigo y hay mucho voto en juego.

Lo que dice el papa Francisco me lleva a la siguiente reflexión: En el debate del estado de la nación se han citado números, estadísticas. Creo que es necesario un cambio de enfoque en la investigación y diagnóstico de la exclusión social y sobre la pobreza. Y es que para definir bien este fenómeno y dar pistas para su erradicación, es indispensable tomarle la palabra a quienes lo sufren.

Es decir, para hacer un diagnóstico apegado a la realidad, se requiere un cambio de informante. En lugar de darle la primacía a la estadística, es indispensable ir a la fuente humana. En consecuencia, los partidos políticos e instituciones deberían realizar numerosos encuentros con los sectores sociales más golpeados. Escuchar y proponer medidas realmente coherentes. Claro que a lo mejor a esto también le llaman populismo.