las fuerzas del ejército portugués serían las encargadas de conseguir la libertad con el apoyo del pueblo que la cobijó y con la colocación de claveles rojos en las bocas de los cañones de los tanques y de los fusiles de los soldados.
Pero un escalofrío de gran inquietud corrió por las espaldas de aquella confortable Europa que en 40 años solo se había ocupado de lo suyo, dejando a España y a Portugal aherrojados por sus dictaduras. El debate social era muy intenso y el comunismo asomó sus puntiagudas orejas de tal forma que decidieron hacer algo en tiempos de un Franco moribundo. Y organizaron unos cursos de formación en Berlín, muy cerca del Muro, para que palpáramos lo que era el terrible régimen totalitario de aquella falsa izquierda igualitaria.
Y allí fuimos, junto a democristianos españoles y catalanes, una serie de pipiolos y no tan pipiolos del PNV como Joseba Goikoetxea, Gorka Aguirre, Kepa Sodupe, Barandiaran, Txurruka, Sota, Pello Irujo, Ruiz Olabuenaga, Joseba Azkarraga, Jokin Insausti y algunos más, con Mikel Isasi de senior, en octubre de 1975. Aquellos cursos se completaron, dos veces más, en una casona que tenía la Fundación Konrad Adenauer en las afueras de Colonia en 1976.
Estando allí nos enteramos de que Adolfo Suárez sustituiría a Arias Navarro y allí nos explicaron cómo organizaba sus campañas electorales en libertad la CDU-CSU. Curiosamente, quien nos habló de la importancia de una oferta básica en cualquier campaña, reducida a un lema, era el creativo alemán que había diseñado la campaña electoral de Rafael Caldera en Venezuela. Por el Cambio fue su oferta movilizadora y ganadora. Otra de las campañas, esta al candidato Luis Herrera Campins, fue la que aplicamos en 1979 en las primeras elecciones municipales, y nuestro candidato, Jon Castañares, con su eslogan Castañares arregla esto, venció al socialista José Luis Ibáñez, que partía como gran favorito por sus peleas en el pasado contra la alcaldesa bilbaina Pilar Careaga, más conocida como Pili Bigotes. Seguramente, hoy no tendríamos la brillante lista de siete alcaldes del PNV en Bilbao si en 1979 el Partido Socialista nos hubiera ganado. Es muy difícil remover a un alcalde que lo haga bien.
Y recuerdo que aquel creativo alemán nos dijo algo fundamental como primera lección: ”Cuando una gallina pone un huevo, cacarea. El político que hace cosas y los ciudadanos no se enteran, pierde la partida”. También nos dijo que en cada campaña teníamos que tener una “cocina de veneno” para resaltar los errores del adversario y nos mostró el afiche de un coche con la rueda pinchada. “Un coche así, no anda. Una Alemania, con la rueda pinchada del partido socialista SPD gobernando, no marcha”. Como complemento a aquellas clases prácticas y aprovechando la campaña que en aquellos momentos hacía Helmut Kohl, nos llevó a un pueblo cercano a escuchar el mitin del candidato de la CDU, que vendía lo que iba a hacer y denostaba del partido socialista que para él era como Cristóbal Colón, “quien cuando salió, no sabía dónde iba. Cuando llegó, no sabía donde estaba. Cuando volvió, no sabía de dónde venía y además todo eso lo había hecho con el dinero de los demás”.
Una vez se lo solté en la tribuna del Congreso a Felipe González y le hizo todo menos gracia porque la argumentación es impactante y entendible. Y de eso se trata.
Aquel año 76 fue el de la salida del PNV de la clandestinidad con todo por hacer. Y con la avidez desbordante de la gente joven por conocer qué ofertaba cada opción. Nosotros, para la sopa de letras, éramos la derecha, el venerable partido que solo tenía pasado. Por eso es bueno recordar que nuestra primera salida a la palestra fue el 13 de junio de 1976 en el frontón Anoeta en un coloquio, Los Vascos cara al futuro entre cuatro partidos no legalizados, siendo Miguel Castells el moderador y Enrique Múgica el representante socialista.
Xabier Arzalluz se metió en el bolsillo a aquel frontón, lleno a rebosar, con la claridad de una exposición que rompía moldes. Hablando de lo social, en ese momento lo más movilizador, dijo: “¿Autonomía para qué? Autonomía en primer lugar para instaurar un gobierno democrático en consonancia con nuestro propio ser. Con esa profunda raíz histórica democrática en la que el vasco a pesar de todos los ataques interiores y exteriores ha sabido, llegando a unos niveles tal vez únicos en muchos siglos en Europa, crear instituciones en las que cada vasco era tanto como cualquier otro vasco y en las que se veía mal, y en lo posible no se toleraba, que nadie estuviera por encima de nadie. Esta raíz igualitaria que se formuló en su día de una forma magistral, con la formulación de la hidalguía universal de todos los vascos, ha de encontrar su expresión histórica en el mundo moderno”.
“Nuestro pueblo hizo leyes, creó instituciones maravillosas en su tiempo, con el criterio del hombre de la calle. El que dice que el pueblo no sabe lo que quiere, miente. El pueblo sabe perfectamente dónde le aprieta el zapato. El pueblo huele perfectamente quién va con él. El pueblo es por lo tanto el que ha de crear esta nueva situación democrática a partir de su propia personalidad y no a partir de teorías más o menos abstrusas que quieren aplicar esquemas que no corren por la línea de nuestro sentir y nuestro pensar. Hemos estado evitando la palabra socialismo porque la usaban grupos procedentes de ideologías con las que gran parte de nuestro pueblo no estaba en consonancia. Y, sin embargo, entiendo que si algún pueblo tiene una raíz igualitaria capaz de crear una sociedad en la que el interés común prive sobre el particular, de crear instituciones socioeconómicas, ordenamientos de producción y laborales en los que se refleja precisamente ese sentir democrático suyo, es el nuestro. Si una aportación va a poder hacer el pueblo vasco a Europa, es enseñar su forma, salida de su propia entraña, de ordenar de una forma colectiva y dirigida a un interés común de sus relaciones de producción”.
En ese momento, estábamos estratégicamente en el Equipo Demócrata Cristiano del Estado español con Ruiz Jiménez, Gil Robles, Canyellas y Ruiz Monrabal, porque nos decían que teníamos que tener amigos en Madrid a la hora de hacer política, y no como en la República. Y cuando se aprobaron las ponencias y se eligieron las nuevas autoridades internas del PNV en la Asamblea de Iruña, seis meses después, salimos con una ponencia socioeconómica de avanzado pulso social que es lo que ha impregnado nuestra forma de actuar en estos 38 años.
En un reciente debate, el catedrático Santiago Niño Becerra decía que había leído el programa esbozado por Podemos y que de él solo salvaba dos cosas: “La renegociación de la deuda y la Renta de Garantía de Ingresos”. Y Garbiñe Biurrun, a su lado, le apuntaba que lo último había sido una iniciativa de EA. Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, dicen públicamente que quieren este modelo vasco, “para toda España”.
La Renta de Garantía de Ingresos (RGI), con otro nombre, fue una iniciativa puesta a funcionar en 1989 por el consejero José Ignacio Arrieta en el gobierno presidido por José Antonio Ardanza. A él le pregunté sobre ello en la gala de los premios de la Fundación Sabino Arana y me dijo: ”Pues sí. Ramón Jáuregui, que era el vicelehendakari, me dijo que les pasábamos por la izquierda y que eso no era posible asumirlo por el gobierno de Felipe González para todo el Estado”. El comentario me recordó que el entonces portavoz del PSOE, Eduardo Martín Toval, me dijo en Madrid que les era imposible hacer aquella apuesta y que les dejábamos en mal lugar.
Quizás sigamos pensando que el “buen paño en arca se vende” y que no hace falta cacarear como la gallina del creativo alemán, pero este tenía toda la razón porque en el actual mercado electoral no hay nada que no haya hecho el jelkidismo en responsabilidades de gobierno y por tanto no debemos dejarnos influir por el ambiente que nos viene de la meseta. La autoestima en política es fundamental.
Y tenemos que seguir cacareando sobre todo lo hecho en estos años y lo mucho que vamos a seguir haciendo en el inmediato futuro. Alpargata y cacareo. Y volveremos a ganar.