Las personas expertas en violencia machista utilizan la comparación con el iceberg para que nos hagamos un idea de la dimensión que puede alcanzar el maltrato que los hombres ejercen sobre las mujeres. La montaña de hielo asoma sobre el agua una pequeña parte de su tamaño, dejando sumergida las otras tres cuartas partes. Es decir, solo descubrimos un reducido número de víctimas. Las otras sufren su particular infierno en el anonimato. Por lo que se puede leer en los periódicos, parece que lo mismo ocurre con el fenómeno de la pederastia. Lo que hasta hace unos años se asociaba con pervertidos solitarios de viaje por paraísos asiáticos o con internautas ciegos de imágenes repugnantes no es sino una parte de la verdad, la menos escandalosa y la más digerible frente a descubrimientos que nos obligan a pensar dos veces antes de confiar niños a terceros. ¿Qué parte del iceberg representan la reciente redada en el parque de atracciones de Disney, la investigación abierta en Gran Bretaña contra políticos conservadores por hechos acaecidos en los años 70 o la implicación de miles de curas en casos de abusos a menores? Decía el Papa en una reciente entrevista que la pederastia podría afectar al 2% de los hombres de la Iglesia. Las posibilidades de que nos toque el Gordo de la Lotería es del 0,00001%.
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