Y a los que se nos confió la custodia de esa lengua sagrada se nos dio el nombre de euskaldunak, que quiere decir poseedores del euskera. Nos fue ofrecida con la encomienda de transmitirla a nuestros descendientes, de mantenerla a través de los siglos y de cuidarla como un tesoro de gran valor. Y para que creciese robusta y se desarrollase como un árbol frondoso se nos dio una hermosa y verde tierra que manaba leche y miel. En nuestro edén, en nuestro paraíso terrenal, que se extendía a ambos lados de unos montes rebosantes de vegetación, creció exuberante nuestra lengua mientras el cielo se llenaba de cánticos que salían de las gargantas de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos.

Nuestros ancestros juraron preservar inmaculada nuestra lengua para siempre. Pasó el tiempo, pasaron los siglos, pasaron los milenios, y los hombres se extendieron por toda la superficie de la Tierra. La lengua primigenia evolucionó de mil maneras, llegó Babel, se formaron nuevas lenguas y cada pueblo adoptó una nueva lengua ininteligible para los demás. Pero, milagrosamente, sorteando todo tipo de adversidades e impasibles ante el paso del tiempo, los descendientes de aquel primer grupo humano que permaneció en el territorio primigenio, mantuvo viva y pura su lengua euskérica hasta el día de hoy. Hoy, el euskera sigue siendo un manantial que sigue manando desde la noche de los tiempos.

La mayor parte de los lingüistas están de acuerdo en afirmar que el euskera es la lengua viva más antigua de Europa Occidental. Su antigüedad se remonta como mínimo a tiempos neolíticos, aunque hay evidencias lingüísticas que demuestran que su origen puede estar mucho más atrás. Así por ejemplo, la raíz haitz (piedra) está presente en el nombre de varias herramientas de metal, pero que los vascos todavía siguen denominando como si fueran útiles paleolíticos: aizkora (hacha), aizto (cuchillo), aitzur (azada) o zulakaitz (cincel). Otro vocablo antiquísimo es la raíz ur, que hoy traducimos como agua, pero que en su origen pudo significar materia viva. Así, con la raíz ur se forman lur (tierra), elur (nieve), zur (madera), hezur (hueso). También es muy antigua la raíz iz que significa energía o luz, de la cual derivan izar (estrella) izan (verbo: ser), izadi (naturaleza), izaki (criatura viviente). La palabra vasca horma quiere decir simultáneamente pared/hielo, lo que nos transporta a la última glaciación, cuando las paredes de las casas eran de hielo. Estas y otras muchas evidencias han llevado a afirmar a numerosos lingüistas e historiadores que la lengua vasca puede considerarse heredera directa de la lengua que hablaban las gentes que habitaron hace 15.000 años las cuevas de Altamira, Ekain o Lascaux durante la última glaciación. ¿De dónde viene la lengua vasca? Resulta difícil sostener que el euskera actual era hablado ya hace más de 10.000 años, en los tiempos del magdaleniense, pero es indudable que, desde aquellos tiempos hasta nuestros días, en la lengua vasca se han conservado vocablos empleados por los magadalenienses en la región pirenaica. El euskera es la lengua más antigua de Europa, todas las otras lenguas son idiomas foráneos que vinieron del Este y consiguieron imponerse a la población autóctona. El euskera es la única superviviente de toda una familia idiomática europea.

La teoría expuesta por lingüistas comparativos, tales como Greenberg o Ruhlen, propone que todos los idiomas humanos descienden de un solo antecesor común. Este lenguaje se refiere a una lengua conjeturada por ciertas teorías basadas en la hipótesis de la existencia de una antigua lengua, parcialmente reconstruible por los métodos de la lingüística histórica, que es la antecesora común de todas las lenguas humanas. La genética ha confirmado que todos los homo sapiens venimos de un solo linaje monogenético, no de varios. En cuanto a la monogénesis lingüística, se ha teorizado que, de haber existido una única lengua original para toda la humanidad, esta habría perdido su unidad hace más de 50.000 años, el tiempo de separación mínimo que han estimado los genetistas y arqueólogos para explicar la diversidad genética del género humano actual a partir de un hipotético grupo originario. Puesto que hoy en día nadie duda de la monogénesis genética de los grupos humanos, eso hace más plausible que también sea correcta la monogénesis lingüística de las lenguas humanas. Y el hecho de que las clasificaciones lingüísticas se asemejen a las clasificaciones basadas en genes, representa para algunos una confirmación de la existencia de una lengua humana ancestral asociada a los primeros grupos homo sapiens modernos que se dispersaron por el planeta. Ese idioma podría ser el protoeuskera. Y el origen del ser humano y del lenguaje no estaría en África, sino en Europa.

Conjeturas aparte, el hecho cierto es que pervive entre nosotros una lengua antiquísima, cuya datación puede cifrarse en varios miles de años y que, pese a su lógica evolución, ha logrado mantener su estructura, tan arcaica como perfecta, y muchos vocablos utilizados desde tiempo inmemorial. La idea de catalogarla como la lengua primigenia del hombre moderno no es tan descabellada, si partimos de la premisa novedosa de que el origen del homo sapiens es europeo. De esta manera, el euskera no solo sería la lengua más antigua de Europa, sino del mundo. Los que han hecho posible la pervivencia de esa joya de valor incalculable se merecen un lugar en lo más alto del altar de la humanidad.