Cartas a la Dirección
QUÉ poca cosa me sentí el día en que, terminada yo la gira mañanera del Paseo Nuevo y comenzándola ella, me topé con la figura de Maialen Lujanbio, primera mujer ganadora de un campeonato de bertsolaris de Euskal Herria. La vi cercana, normalísima, a pesar de ser un portento. Junto a su figura, recordé la larga lista de bertsolaris que me ha tocado conocer por trabajo, afición o amistad: los históricos Basarri, Xalbador, Mattin, Lazkao Txiki, Uztapide, Zepai. Los modernos Amuriza, Enbeita (padre e hijo), Lopategi, Lizaso o Mañukorta. Los más jóvenes: Egaña, Lizaso (hijo), Sarasua, Euzkitze, Arzallus, Colina, la propia Maialen. Luego viene una tropa de chicas y chicos muy bien preparados. Y los hay que esconden su arte para la intimidad. En esta época festiva proliferan las actuaciones de nuestros vates vascos y deberíamos mimarlos como merece el tesoro cultural que representan. El bertsolari es una figura literaria de primer orden en nuestro viejo país, asombrosamente mantenida en todo su vigor desde tiempos en que nuestra lengua vasca carecía de literatura escrita . Los especialistas de la historia del bertsolarismo de improvisación sitúan sus principios hacia el año 1800.
¿Qué es un bertsolari, en qué consiste su arte? Lo que el espectador contempla es a una persona de apariencia sencilla que, sin empaque alguno, es capaz de elaborar en su mente y ponerse a cantar ante un micrófono, en cuestión de segundos, una respuesta al tema que se le propone, de forma aguda, en verso, con ritmo y medida, de modo que el público vibre.
Hace falta ser muy artista para ajustarse en tan poco tiempo a lo que supone un buen bertso. Cada estrofa consta de una exposición, una evolución y un final, que es lo más importante, de tal manera que el poeta, en esos segundos, decide primero lo que va a cantar al final; luego arranca con una exposición del tema, después la amplía y al final remata. Todo un proceso de imaginación, dominio de la palabra hablada y cantada, junto con saber situarse en la postura anímica apropiada. Repentizar esto es asombroso. Por algo forma parte de todo festejo popular vasco. Deberíamos nominar al bertsolarismo Patrimonio Cultural de Euskal Herria.
Estos artistas han surgido de este pueblo desde tiempos muy remotos. Los primeros conocidos venían principalmente del mundo agrario y hoy la mayoría son universitarios. Muchos se han formado en las Bertso Eskolak desde jovencitos y todos los profesionales integran una asociación propia que ampara sus derechos y encauza sus quehaceres.
Bertsolaris, se os nomine o no, sois un patrimonio cultural de Euskal Herria.
Miren Jone Azurza
Donostia