NO es un chiste ni una inocentada a destiempo, me ha llegado una interesante oferta comercial para comprar por 29,95 euros -al parecer su precio habitual es de 70 euros- una confortable almohada "con núcleo viscolástico moldeado", elaborada con bambú, algodón, aloe vera y doble jacquard que "favorece la circulación sanguínea, el insomnio y el estrés". Y claro, no la he comprado. Que no sé si es esto lo que ahora llaman publicidad responsable pero tanta sinceridad asusta. De acuerdo que se estaban pasando siete pueblos con los productos milagro de las teletiendas, atribuyendo propiedades que no tienen -y precios que no merecen- a las alcachofas y las babas de caracol sin olvidar aquellas pulseras de silicona con pegatina, condenadas por estafa, que lucieron Mercedes Milá, Leire Pajín o Patxi López. La publicidad ha provocado comportamientos tan absurdos como que la gente se lave la cabeza con champú de caballo, se intente electrocutar poniéndose cachas tumbado en el sofá o se ponga el manos libres de un móvil en la oreja porque lo venden como un audífono para gente sin complejos. Pero de ahí a ser tan sinceros como para que el vendedor declare que su almohada favorece el insomnio y el estrés hay un largo camino. Por supuesto, hay que pensar que es una errata y que lo que querían decir es justo lo contrario. O quizás no, porque la dichosa almohada incluye un altavoz en su interior para escuchar la radio. Quizás esta vez la advertencia sea sincera y la publicidad esté empezando a cambiar.