¿se imaginan decir adiós a este mundo asistiendo a un partido de fútbol del equipo de tus amores amortajado dentro del ataúd? Cristopher Alexander Sanguino era un joven colombiano de 17 años, hincha del Cúcuta Deportivo, el equipo de la ciudad del mismo nombre, muy cerca de la frontera con Venezuela. El Iguana, ese era su sobrenombre, fue asesinado la pasada semana mientras disputaba un partido de fútbol entre amigos. Una bala acabó con su vida, con sus sueños y sus esperanzas, pero también con su irrefrenable pasión por los colores rojinegros de su equipo del alma, una cita obligada todos los fines de semana en el fondo del estadio General Santander. La sorpresa en el estadio fue mayúscula cuando avanzada la segunda parte, en el fondo donde se ubica la barra del Cúcuta, irrumpieron los hinchas más fanáticos portando el féretro con el cuerpo de su amigo aún caliente. Dicen los colegas que la familia del Iguana consintió la última voluntad de su hijo y que incluso le acompañó en su última misión como supporter. Tal y como muestran las imágenes, el ataúd se mueve al ritmo de los hinchas, como un aficionado más, empujando a su equipo con sus cánticos y sus ánimos. Sus amigos explican la insólita escena en que quisieron que el Iguana se despidiera “viendo” (sic) al Cúcuta. Su presencia no pudo ser más afortunada ya que, nada más entrar, su equipo consiguió empatar el duelo ante el Envigado. Como el Cid, que ganaba batallas una vez muerto.