Se clausuró el pasado viernes día 30 en el Teatro Victoria Eugenia el VIII Festival de Cine y Derechos Humanos que organiza Giza Eskubideen Saila-Area de Derechos Humanos de Donostiako Udala-Ayuntamiento de San Sebastián con donostiakultura.com -San Sebastián. ciudad de la cultura- siendo los patrocinadores la aedid incardinada como Agencia en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación a través de la seci y por otra parte la Comisión Europea a través de la Dirección General Justicia, Libertad y Seguridad. Once organizaciones participan y seis colaboran. Un éxito de un festival que crece cuantitativa y cualitativamente cada edición. En su discurso de clausura, el alcalde señalaba lo delicado de algunos problemas y lo infinito de la lucha por los Derechos Humanos.

En la sesión anterior a la de clausura se proyectó el que sus directoras denominaron durante el coloquio documental Mujeres en Construcción. Una selección de testimonios personales de varias mujeres que han perdido a un ser querido víctimas de un atentado terrorista. Coincidí en la sala con una viuda por causa de un atentado. No aparece en la película cuyo metraje es de 56 minutos, la mayor parte de los cuales se dedican a la muestra de la selección de los testimonios de las víctimas y una parte final a la que a estos se añade su identificación y circunstancias de la muerte de sus seres queridos, entre los que se intercalan unos textos en letra blanca sobre fondo negro que aparecen como contextualizadores. Hay dos riesgos al afrontar la cuestión de las víctimas. Primero: la instrumentalización, fácil porque las víctimas tienen una gran necesidad vital de ser reconocidas. Segundo: la emisión de mensajes unas veces burdos, otras refinadamente subliminales, de la propia interpretación por el autor -dando un encuadre atrás del tiro o la bomba- de qué ha llevado a que la víctima lo sea. El cine se presta muy bien al lenguaje subliminal. Sabiendo que cada cual tiene su forma de pensar, yo prefiero el intercambio de ideas trasparente.

La viuda a que me he referido, al salir del funeral de su marido ante gran cantidad de micrófonos, reporteros gráficos dijo sencilla y firmemente: "Yo perdono, yo les perdono". Lo vi por televisión y no se me va la imagen y el sonido de la cabeza. Le saludé y se lo recordé. Me desbordó cuando me confesó que muchas veces se le ha repetido un sueño en que el hombre que mató a su marido está al borde de un precipicio y ella duda si empujarle o no y siempre decide no empujarle. Si creyéramos la primera edición de 1.900 de Die Traumdeutug (La interpretación de los sueños) de Sigmund Freud, obra fechada el 4 de noviembre de 1899, aceptaríamos la idea de que un sueño es la representación fastasmática de un deseo.

La viuda de la víctima, víctima ella, víctimas sus hijos y víctimas ya sus nietos, perdonó. Despierta y soñando. Y ha educado en el perdón ayudando más a los suyos -que no lo tienen fácil- que a sí misma. Tal vez eso haya vuelto a llenar de un sentido su propia vida. En la medida de lo posible.

Carlos Matellanes Martínez

Donostia-San Sebastián