Que la biodiversidad es nuestro seguro de vida nos lo advierten por activa y por pasiva activistas y expertos medioambientales. La biodiversidad, insisten, garantiza la seguridad alimentaria. Y una vuelta a la economía local, así como la recuperación de las variedades y oficios locales, se antoja clave en un momento en el que está en entredicho la salud del planeta. El plentziarra Joseba Ibargurengoitia, de 45 años, aprendió sobre la importancia de algunos de estos conceptos durante sus años como estudiante universitario en Vigo, en la carrera de Ciencias del Mar. Su pasión por la botánica se fue desarrollando (e intensificando) posteriormente. 

Conoció la asociación Red de Semillas de Euskadi a principios de los dos miles y, a estas alturas, se ha convertido en una especie de guardián-embajador de la biodiversidad cultivada vasca. Los números de esta entidad, que en 2021 cumplió 25 años de trayectoria, no son poca cosa: gracias a una extensa red de voluntarios de más de 1.300 socios, se han logrado recuperar más de 2.000 semillas y frutales autóctonos. “El objetivo principal de la asociación es la conservación y recuperación de las variedades cultivadas en los campos de Euskal Herria”, resume Ibargurengoitia. “Y también la puesta en valor y la dignificación de la figura del baserritarra”, añade a continuación. Para poder preservar este patrimonio cultural, social y natural, la asociación colabora con decenas de instituciones no solo a lo largo y ancho de la geografía vasca; el trabajo comunitario se extiende a provincias limítrofes como Burgos, Cantabria y La Rioja. 

A pesar del éxito de la iniciativa y de su capacidad de penetración en distintas capas de la sociedad, el biólogo y divulgador ambiental alerta sobre el fenómeno “contradictorio” del urbanita ecologista y medioambientalmente concienciado. “Todos somos superecologistas de ciudad, pero la realidad es que la desconexión con la naturaleza es cada vez mayor. Tenemos que darle el protagonismo que corresponde al baserritarra porque no comemos ladrillos ni ordenadores”. En su discurso, muy humano, se muestra especialmente crítico con la deriva “individualista” de la sociedad. “Me encantaría que esa tendencia se revertiera y que fuéramos cada vez más comprometidos entre nosotros, apoyándonos mutuamente”.

El voluntariado es una de las patas fundamentales de la Red de Semillas de Euskadi. En los distintos eventos que realizan a lo largo del año (ferias ecológicas, mercadillos, intercambios de esquejes y semillas, talleres, cursos) Ibargurengoitia subraya que se genera un aprendizaje mutuo fruto de los proyectos compartidos. Aquí emerge con fuerza el concepto del auzolan, del fomento de la acción colectiva, que por otro lado es clave para entender las distintas narrativas vinculadas a la cultura y tradición vasca. “Es que además es enriquecedor”, añade, porque “mientras trabajamos con los demás, disfrutamos y descubrimos algo nuevo”.

En estos momentos, la asociación promueve el voluntariado tanto en acciones puntuales como durante el año. Entre los primeros se encuentran la limpieza y el ensobrado de semillas, además del mantenimiento de las huertas, viveros e invernaderos. Por su parte, la Red de Semillas de Euskadi lleva trabajando en el Parque Natural de Valderejo (“uno de los mayores centros de biodiversidad del País Vasco”) desde 2011 con el fin de recuperar decenas de frutales antiguos. Para el mantenimiento de esta zona, como del Parque Natural de Izki, otra joya de la biodiversidad vasca, se necesita personal que colabore normalmente en horarios de mañana.  

El lazo agrícola

Es difícil de definir una jornada laboral estándar. Lo más normal es que Joseba Ibargurengoitia se encuentre fuera de la sede de Vitoria-Gasteiz. O no. Depende del día. “Mi trabajo es muy diverso. No es para nada monótono”, subraya Ibargurengoitia, quien lo mismo puede estar codo con codo trabajando con los baserritarras en una huerta, como en un vivero, podando y cosechando, o grabando vídeos que documenten la actividad de la asociación. 


Suele asistir como miembro de la asociación a los distintos encuentros y conferencias estatales e internacionales (en octubre estuvo en Niza y próximamente viajará a Catalunya). También se mueve por todos los territorios vascos, desde Navarra a Iparralde, e incluso a otras comunidades autónomas. “Donde toque”, sentencia este apasionado botánico. En su recorrido por diferentes realidades agrícolas, se ha encontrado con un sector primario que va aparejado a un estilo de vida muy concreto. “La gente hace esto porque le gusta”, dice. Y ahí, entre socios, voluntarios, baserritarras y guardianes, asegura haber creado lazos estrechos.

Guardianes de la biodiversidad

Los llamados guardianes de la biodiversidad son héroes sin capa de nuestras huertas que realizan la conservación de las variedades recuperadas, “abriendo semillas y frutales por todos los rincones de Euskal Herria, difundiendo su importancia y conservando su estado natural en el campo”. Kepa es uno de ellos y sale mencionado en la página web de la asociación: “En mi valle se han conservado varias variedades de frutales autóctonos. Una pequeña parte de la biodiversidad que hubo en la época de mi infancia”, sostiene. 

Hablamos de alguien que había conocido la “agricultura tradicional de antaño” antes de que “entrara la agricultura industrial con los grandes tractores y uso de venenos”. “He colaborado con la Red de Semillas de Euskadi para compartir estas variedades y su conocimiento asociado”, dice Kepa. ¿Su propósito? Que no se pierdan y queden en el olvido y, al mismo tiempo, puedan disfrutarse en otras zonas. 

Los guardianes contribuyen a la conservación de las especies de manera descentralizada, fomentando además la participación ciudadana, un elemento imprescindible de este engranaje. “Afortunadamente, en nuestra familia no arrancamos muchas variedades de frutales que teníamos”, añade Kepa. “Gracias a ello, y junto con otras variedades que se han mantenido en los barrios de nuestra zona, tenemos una gran riqueza de frutales que podemos consumir durante todo el año y sin ningún tipo de tratamiento”.

Proyectos

La asociación desarrolla su actividad con un buen puñado de proyectos en distintos ámbitos geográficos, incluyendo tanto acciones concretas a nivel local como la participación en foros y encuentros europeos. Sin salirnos de nuestras fronteras, Joseba Ibargurengoitia pone el foco en la labor que están realizando en Zalla, Orduña y Vitoria-Gasteiz, donde colaboran con el centro de estudios ambientales (CEA) del ayuntamiento para el desarrollo del Centro de la Biodiversidad Cultivada del País Vasco. “Unido a esto, las formaciones y proyectos que tenemos en las escuelas son de suma importancia en nuestra asociación, ya que hemos podido llegar a más de diez mil alumnos”. En el caso de Zalla, Ibargurengoitia destaca que se trata de uno de los municipios vascos más volcados con la biodiversidad y en el que la agricultura ha sido un motor económico de primer orden “hasta no hace mucho”. “Es un sitio con mucho potencial de variedades y donde hay una sensibilidad especial con este tema”, explica. 

La entidad realiza su labor en cuatro fases diferentes: la investigación (“mediante entrevistas a los baserritarras, recuperamos conocimientos y saberes tradicionales”), la conservación de semillas en cámaras frigoríficas y las plantaciones de árboles (el castañar de Apellaniz, por ejemplo), la divulgación (talleres formativos, charlas en escuelas, visitas guiadas, ecopaseos inclusivos) y la producción ecológica (“seleccionamos de manera tradicional las variedades y sus características como han hecho las baserritarras durante generaciones”). 

Normalmente, el primer viernes de cada mes realizan unas jornadas de puertas abiertas en la sede de Casa de la Dehesa, de Vitoria-Gasteiz, en el Jardín Botánico de Olarizu. Además de mostrar las instalaciones a los visitantes, se suelen limpiar y repartir semillas. Debido al puente festivo del 1 de mayo, la actividad se ha trasladado a este viernes 8 de mayo de 16.00 a 19.00 horas. Más información, en info@haziensarea.org.