Ana Carla Maza nació en una familia de músicos en el barrio de Guanabacoa, en La Habana (Cuba). Estaba destinada a desarrollar una carrera artística con influencias afrocubanas, pero muy pronto se decantó por un instrumento clásico: el violonchelo. A los siete años ya era una rara avis en el ecosistema musical cubano: una niña que llevaba un enorme instrumento a cuestas en un carro con caballos. En la adolescencia optó por un camino que la trajo a Europa, llegando a realizar sus estudios musicales en París. Tras su debut discográfico, La flor (2020), quedaba claro que el virtuosismo no lo iba a ser todo para esta joven instrumentista, compositora y cantante de 29 años. Optó por tocar la fibra sensible de los oyentes, mezclando jazz, ritmos latinos, pop, funk..., lo que fuera. En 2023 presentó su tercer álbum, Caribe, un homenaje a las culturas caribeñas al que le ha dado una vuelta de tuerca en las nuevas versiones que ha incorporado en la reciente versión deluxe del disco. Ana Carla Maza reivindicará la alegría de vivir de su Cuba natal y del resto de la región en una gran fiesta musical que tendrá lugar en la discoteca Holiday de Bilbao (Madariaga Etorbidea, 18, Deusto) este martes 18 de febrero.
¿Caribe es su disco más latino o latinoamericano hasta la fecha? Hay cumbia y merengue, así como bossa nova, tango y otras músicas de la región.
-Caribe es la celebración de la riqueza cultural latina, un homenaje a mi tierra que parte de mis raíces cubanas y se mezcla y expande con otros ritmos latinos que estoy llevando por los seis continentes del mundo. Una cultura que se disfruta y se comparte con los seres queridos, en compañía, y que quiero traer a Bilbao en un espectáculo donde no hay un respiro. Trato de unir tradición, modernidad y una pasión musical que me ha acompañado desde muy pequeñita.
¿Es también un homenaje a la alegría de vivir de su tierra?
-Totalmente. Es una filosofía de vida que siempre está presente entre nosotros y que viene a decir: esta vida hay que disfrutarla y pasarla bien dentro de que, ya se sabe, todos tenemos nuestras preocupaciones con el trabajo y todas las cuestiones que nos afectan en el día a día. Es un disco que cambia mucho si lo escuchas en tu casa o si lo disfrutas en directo, porque es un show en el que realmente puedes contagiarte de toda la energía de los músicos que están en escena, conmigo tocando el violonchelo y con mi voz. Hay una diversidad de géneros impresionante en la que mezclamos todo, vamos a la raíz, a la salsa, a la cumbia y otros estilos en los que también caben los ritmos de la música urbana.
¿Puede que el violonchelo esté más camuflado en este trabajo? No aparece hasta la canción Malecón, donde se erige como protagonista.
-El violonchelo siempre está presente, pero esta vez hace el rol de bajo. Es el instrumento que va guiando al resto de músicos, su faro, quien lleva el peso de las canciones. Está presente de una manera en la que la técnica se encuentra al servicio de la emoción que se transmite en la canción. Así que en este caso es protagonista pero cumpliendo otra función, dándole vida a los instrumentos de viento por ejemplo. Y esa energía es la que me ha llevado a componer Astor Piazolla (un tema instrumental de 6 minutos), que es como un tango, porque en los 15 años en los que estudié música clásica nunca hicimos un tema que estuviera compuesto por una mujer. Esta es mi pequeña aportación para que las nuevas generaciones que estudian el chelo puedan, si lo desean, escogerlo.
¿Qué significa para los cubanos el malecón de la Habana? Tiene un aura casi mítico.
-Es un lugar de encuentro y de compartir con los demás, de reunión, de felicidad, de alegría y de esperanza; pero puedes ir solo y también te vas a sentir bien. Y además, al estar cerca del mar, se potencia la nostalgia de muchas personas que ya no están y se han marchado (fuera de la isla). A mí me lleva a conectar con mis raíces y a compartir mi música por todo el mundo, donde encuentro un hogar allá adonde voy, sea este Bilbao, Madrid, Francia o en cualquier parte.
¿Qué le ha dado Cuba?
- Si Cuba me ha dado algo, son las ganas de soñar en grande.
“Cuba me ha dado las ganas de soñar en grande”
Hablar sobre la situación social y política de Cuba es casi un cliché, pero, ¿cómo ve el país?
-Tengo mucho contacto con Cuba; somos la primera generación de jóvenes con acceso a Internet y esto es algo que quiero recalcar. Tengo una comunicación continua con mis amigos, una casa en Cuba y siempre estoy contenta de volver. Nunca voy a olvidar que en medio de todo el contexto en el que he vivido, de la rumba y de la musicalidad que había en mi entorno, desde mi familia hasta en la calle, hubiera tenido la posibilidad de acudir a una escuela de violonchelo. Es la única que hay en La Habana. Recuerdo que me llevaban en un carro de caballos y que el instrumento era más grande que yo. Era un trayecto que podía durar horas pero que, más allá de todo el esfuerzo, me ha permitido, como decía, poder soñar.
Ha llegado a practicar unas ocho horas al día. ¿No llegó a atiborrarse del violonchelo cuando era niña?
-Es mi mejor amigo, mi amigo de toda la vida y con el que me siento completamente identificada. Poder viajar con mi chelo a todos los lugares del mundo ha hecho que la relación se convierta en algo muy íntimo y personal. Cuando voy en avión tengo que coger un asiento que esté pegado en la ventana, para que el violonchelo pueda ir ahí por seguridad. Es un amor verdadero lo que siento. Pero no solo al chelo. A la música le tengo que agradecer la amistad tan profunda que me ha brindado. Ha estado presente toda mi vida.
¿Pero nunca ha sufrido una pequeña crisis en una relación tan larga?
-(Reflexiona). Quizás hubo un momento cuando estaba en la Filarmónica de París que mi corazón me decía: “Tu lugar no está aquí. Tienes que encontrar tu sitio”. Y eso es lo que he hecho.
¿Por qué dice que el chelo une tradición y creatividad? Hablamos de un instrumento que tiene cerca de cinco siglos de antigüedad.
-El chelo tiene el mismo registro que la voz humana y, en mi caso, conecta directamente con mi alma. Es mi pasión. Ha moldeado mi identidad como artista. Pero yo no estaba destinada a tocar el chelo: crecí en un barrio de rumberos de La Habana, en Guanabacoa. La música que sonaba a mi alrededor era la salsa, el son, el jazz, la música urbana… Mi profesora de piano fue la hermana de Chucho Valdés. He estado rodeada de una riqueza musical increíble. Para mí es totalmente natural que el chelo se impregne de toda la música que me gusta.
¿Qué opinión le merecen el trap, el reguetón o el hip hop?
-Todos los viernes bailábamos esa música en una discoteca infantil para niños de 8 a 13 años. No me perdía una. La entrada estaba prohibida para los adultos, a partir de los 14 años. No se trataba de ver quién llevaba las zapatillas Adidas, sino de aprenderse las coreografías de las canciones. La música urbana también forma parte de mí. No estoy atada a un solo género.
Charli García dijo algo así que la música es melodía, armonía y ritmo, pero que en el trap solo se le presta atención al ritmo.
-Toda la parte rítmica conecta con nuestros ancestros, que primero agarraban sus palos y hacían ritmos para groovear. Con eso ya podías bailar y mover el cuerpo. Luego vinieron los cantos espirituales y se generó una nueva conexión. Pero el ritmo siempre ha estado presente en la música en una especie de celebración. Es cierto que en la música clásica y jazz importan las armonías, y están muy presentes las notas. (El violonchelista) Pablo Casals, que es alguien a quien admiro mucho, decía que en la música la técnica debe estar la servicio de la música y no al revés. Cuando me subo a un escenario estoy deseando saber cuántos corazones voy a emocionar, no el número de notas o acordes que puedo tocar.
"Cuando me subo al escenario estoy deseando saber cuántos corazones voy a emocionar”
Entre Natalia Lafourcade y Karol G… ¿elige a las dos?
-Te diré qué depende del día y del momento. Habrá días en los que me apetecerá escuchar Hasta la raíz (de Lafourcade) y otros días me pondré Si antes te hubiera conocido de Karol G. Lo bueno es que tenemos muchos artistas y opciones musicales donde elegir hoy en día; sería una pena tener que cerrarse a un solo estilo.
Todo empezó en familia
Se lanzó en solitario en plena pandemia y ha tocado en algunos de los festivales de jazz europeos más importantes. Solo con su segundo álbum, Bahía (2022), Ana Carla Maza dio 150 conciertos y su carrera tomó vuelo. Se cargó de confianza. La violonchelista y cantante no es ni mucho menos una recién llegada. Ha mamado música desde que tiene uso de razón. O incluso antes. Su padre es el pianista y multiinstrumentista chileno Carlos Maza, y su madre, la guitarrista cubana Mirza Sierra. Pasó su infancia en un barrio habanero donde era imposible escaparse de los ritmos musicales.
Antes de embarcarse en los viajes imaginarios por Latinoamérica de sus álbumes, participó, siendo una adolescente, en el disco En familia de Carlos Maza, donde los tres miembros (Carlos, Mirza y Ana) aparecen retratados en portada y participan en la grabación. Un año más tarde, en 2010, también tocó el violonchelo en el disco Quererte de su padre, conocido asimismo con el alter ego de Newen Tahiel. Ha realizado giras junto a él y ha colaborado con artistas de jazz, blues, funk y reggae, así como con cantantes de rock y músicas del mundo. Con su gira Caribe World Tour 2025, Ana Carla Maza, residente en Barcelona, tiene previsto recorrer el globo de punta a punta.